Muchas personas piensan que, por el hecho
de ser hija de obispo, recibir el Espíritu Santo me fue más fácil, pero se
equivocan, pues tuve que luchar mucho para recibir el Espíritu Santo.
Me acuerdo que el diablo me atacaba
diciéndome que no tendría el Espíritu Santo porque yo nunca estuve en el mundo,
no tenía problemas y que sólo las personas sufridas recibían el Espíritu Santo,
pues venían sedientas de Dios. Yo no tenía nada, no tenía testimonio de
transformación de vida, entonces, ¿para qué quería yo tener el Espíritu Santo?
Viví con esos pensamientos por un tiempo, y llegó un momento en el que viendo a
mis amigas siendo levantadas a obreras, yo bien cara dura, fui a hablarle a mi
padre que yo también quería ser obrera. La respuesta que él me dio, abrió mis
ojos para la ceguera que el diablo me había colocado. Él me dijo así: “¿Piensas
que te voy a levantar a obrera? ¿Rebelde, contestona y con ese mal carácter que
tienes? ¡Jamás!” Mi Dios, aquello me cayó como una bomba. Yo no sabía que era
así, es más, no lo había notado hasta ese entonces. Fui para mi cuarto
pensativa y tomé una decisión: me vigilaría a mi misma para ver si mi padre
tenía razón o no. Lo peor de todo es que, al pasar los días vi que era así y
que no estaba agradando a Dios y necesitaba cambiar. ¡¡Aquí está el secreto
amigas!! Yo me levanté y tomé una decisión de cambiar, yo QUERÍA CAMBIAR,
quería ser una nueva criatura y ya sabía que sólo Dios podía ayudarme.
Comencé a ir todos los días a la Iglesia.
Yo estudiaba de 8:30hs a 16:00hs todos los días, después de clases, tenía
entrenamiento de Softball hasta las 19:00hs y no podía faltar, era un requisito
de la escuela. Fui y hablé con el entrenador para que por favor me liberara a
las 18:00hs porque tenía que ir a la Iglesia, él lo encontró extraño, se rió,
pero me dejó salir temprano. Salía corriendo de la escuela, llegaba a casa,
tomaba un baño súper rápido y agarraba la bicicleta y me iba para la Iglesia. Eran
4kms de pedaleadas. Llegaba a la Iglesia, cargaba la bicicleta para el segundo
piso (la Iglesia estaba en el 3er piso y no podía dejarla abajo) y participaba
de las reuniones. Yo me esforzaba porque quería cambiar, quería agradar a Dios,
no quería ser más como era. Y no medí esfuerzos, no dejaba que el cansancio me
venciera (tenía que volver a casa en bicicleta también), comencé a orar en
casa, a leer la Biblia y a orar a la madrugada. Decidí entrar al grupo de
evangelización y los sábados salía con el grupo para ganar almas, limpiaba la
Iglesia y los domingos quedaba todo el día en la Iglesia, evangelizando y
participando de todo. Nadie me dijo que tenía que hacer esas cosas, pero yo
quería mostrar a Dios que quería Su ayuda para cambiar, quería agradarlo y así
hice durante casi un año. Y mientras más me entregaba en la Iglesia, más placer
yo tenía de estar allí dentro, más
voluntad de servir, evangelizar, de hacer las cosas para Dios. Muchas fueron
las veces en las que nadie me vio limpiando el baño, limpiando las escaleras,
evangelizando sola, pero Dios vio… Y cada cosa que yo hacía, Dios estaba allí,
a mi lado, viéndolo todo.
Sí, demoré para recibir el Espíritu Santo,
pero demoré porque yo estaba demorando en
cambiar, Él no me cambió, YO CAMBIE… ¿Y cómo conseguí cambiar? La
próxima semana continúo…
Lectura de la
semana: Juan 7:36-39 Apocalipsis 21:5-7¿Qué entiendes en estos dos pasajes? ¿En
qué se asemejan las dos? Many kisses y que Dios las bendiga...
2 comments:
Es verdad esa decisión de cambiar tiene que salir de nosotras y asi el Espíritu Santo viene al encuentro nuestro y coloca las fuerzas para realzarlo.
Asi es Señora la de sicion de cambio viene de uno u uno ntiene que mostrar para DIOS cual importante es uno ser sellado por su Esdpiritu y para que uno lo qauiere DIO no impide que su Espiritu sea desramado es uno quien impide o se da para el.
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