“Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar
comida. En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo:
―Dame un
poco de agua.
Pero, como los judíos no usan nada en común[a]
con los samaritanos, la mujer le respondió:
―¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres
judío y yo soy samaritana?
―Si supieras lo que Dios puede dar, y
conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida.” Juan 4:7-10
El Señor Jesús
le pidió a la samaritana un poco de agua, pero Él estaba dispuesto a darle a
ella algo inmensamente mayor: la vida eterna. Él siempre quiere darnos lo
mejor, pero no todos están dispuestos a entregarse a Él por entero.
Jesús mostró
para esa mujer que ella necesitaba urgentemente de esa agua, pues su vida era
infeliz. En realidad nadie puede ser feliz sin el Espíritu Santo.
Cuántos son
aquellos que poseen bienes, familia, muchos amigos, pero su alma continúa vacía
e insatisfecha, les falta el Agua viva, la Salvación.
Sepa que todos
los sacrificios que usted pueda hacer y a todo lo que tenga que renunciar, no
son nada delante de aquello que usted recibirá, el Espíritu Santo.
Entonces no
piense que está haciendo mucho al dar toda su vida, pues lo que recibirá es con
certeza mucho mayor.
¿Su vida está
sin forma y vacía? Pida al Espíritu Santo que Dios se lo dará, ¿no fue eso lo
que Jesús le dijo a la samaritana “—, tú le habrías pedido a él, y él te habría
dado”?, haga el pedido y Él le dará ¿Usted cree?
Lea el artículo
anterior sobre el estudio de este pasaje de la Mujer Samaritana: El encuentro.
¡Seguimos
con este estudio!
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