domingo, 12 de febrero de 2017

El encuentro




llegó a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía. Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida.
En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo:
―Dame un poco de agua.
Pero, como los judíos no usan nada en común con los samaritanos, la mujer le respondió:
―¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana? (Pues los judíos no se comunican con los samaritanos)
―Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que de vida.”  Juan 4:5-10

Amigas, me gustaría comenzar con ustedes la meditación sobre la mujer samaritana, voy a dividirlo en algunos posts para que no queden muy largos, espero que los acompañen ¡Pues tengo certeza que les ayudará mucho!

Normalmente los judíos rodeaban la ciudad de Samaria y no pasaban a través de ella, para evitar confrontaciones con aquel pueblo. Pero el Señor Jesús ultrapaso las barreras del preconcepto religioso y social para cumplir Su propósito de alcanzar a la mujer samaritana.
Jesús estaba cansado del viaje y le pidió agua cuando ella se dirigía hacia al pozo. Ella se sorprendió con el pedido, ya que los judíos y los samaritanos no se llevaban bien, un judío jamás recibiría agua de un samaritano, mucho menos de una mujer con mala reputación como ella.
Pero lo que esa mujer no sabía era que Jesús vino para salvar a todos y estaba por encima de cualquier hostilidad entre los pueblos, Él no quería acusarla, sino salvarla.
¿Usted piensa que aquel encuentro fue por casualidad? No, de ninguna manera, el Señor Jesús ya había preparado aquel encuentro, Él quería revelarse a aquella mujer afligida y  despreciada, con un pasado triste y vergonzoso.
Del mismo modo, Dios quiere un encuentro con usted. No importa de dónde usted es, cuál fue su pasado y si merece o no. Lo importante es que no deje pasar esta oportunidad, acepte e invite a Jesús para que de ese modo Él le dé el agua viva, pues Él no niega Su Espíritu a los que le piden con sed y fervor.
Entonces, no cuestione como dijo la samaritana, no haga preguntas del tipo: “pero, ¿el Señor sabe quién soy?”; “hace poco tiempo yo ni quería saber del Señor”; “yo no merezco, hice tantas cosas erradas en mi vida”; “¿quién soy yo para recibir tamaña gracia?”; etc.
Enfóquese en el objetivo, que es recibir el Espíritu Santo, el cual Dios prometió a todos los que creen y no a todos los que merecen. Es claro que usted tendrá que hacer su parte, abandonar la vida errada, pero lo maravilloso es que Dios nos extiende Su perdón y la oportunidad de comenzar todo de nuevo. Él borra nuestro pasado y de nuestros errores no se recuerda más.
¿Usted cree en eso? Entonces pare de dudar y haga lo que tiene que ser hecho, entonces Él le dará agua viva ¡Ah que día! 
 

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