En la época en la que yo era
obrera, la reunión principal de domingo era 7:30 de la mañana. Entonces sábado
yo dejaba todo listo, mi uniforme planchado, mis zapatos lustrados, pues
domingo nos levantábamos bien temprano para ir a la Iglesia.
Me acuerdo que mi sueño era
poder quedar todo el día, almorzar allá y permanecer para las reuniones de la
tarde. Mientras tanto eso no era posible, mi padre exigía que en el almuerzo de
domingo toda la familia estuviera presente, ya que durante la semana él y mi
mamá no almorzaban en casa debido al trabajo.
Como ya les dije anteriormente,
yo tenía dieciocho años en la época, pero vivía y dependía financieramente de
mis padres, pues yo estudiaba; entonces no porque yo era mayor de edad podía
faltarles el respeto. Después de la reunión, íbamos corriendo para casa a
almorzar y luego volvíamos rápidamente a la Iglesia.
Ahora, imagine si yo dijera:
“soy mayor de edad y voy a comer en la Iglesia, punto final”; ¿Cómo usted
piensa que mi padre reaccionaría? El me iba a reprender y además quedaría con
rabia de la Iglesia, pensando que el pastor exigía eso de mi, cuando en
realidad eso no era cierto. Muchos han
hecho que sus familiares odien la Iglesia por causa de su mal ejemplo, pues
ellos inmediatamente piensan que la Iglesia les dicta reglas y que tiene
ciertas exigencias, que en la verdad son decisiones que la persona toma sin
tener en cuenta el mal testimonio que está dando.
Pues me gustaría que todas
pensaran ahora qué tipo de testimonio ha dado a sus familiares.
A lo largo de los años conocí
varias obreras que eran incansables respecto a la Obra de Dios, trabajaban en
las reuniones, limpiaban, quedaban hasta tarde, pero en casa eran un pésimo
testimonio del Señor Jesús. No respetaban a los padres, no ayudaban en las
tareas domésticas, hacían de su casa un hotel. Salían temprano para estudiar o
trabajar y volvían apenas para dormir, como si no tuvieran ninguna
responsabilidad con su hogar y su familia.
Esas actitudes hacen una gran
diferencia ¿Cómo exhalar el perfume del Señor Jesús si no actuamos de acuerdo a
Sus enseñanzas?
Pero más que hablar, nosotros
precisamos mostrar a Dios para nuestra familia. Muchas hablan, pero como sus
actitudes no comprueban lo que dicen, la familia no cree en sus palabras. Otras
casi no hablan, pero con su testimonios han llevado a sus familiares y entes
queridos a la fe.
Es hora de rever si usted ha
hecho lo que Dios quiere que usted haga o si está actuando de acuerdo a su
propia voluntad.
Tal vez muchos de los problemas
o persecuciones que sufre en casa no son culpa de sus padres como usted afirma,
sino que son causados por su indiferencia, falta de atención, de cariño y de
consideración para con ellos.
Sea más sensible a las
necesidades de sus padres, respételos, ayúdelos y Dios le va a honrar.
No quiera imponer su fe, antes
muéstrela por medio de sus actitudes.
¡Piense en eso!
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