Como les conté en el post
anterior, yo había recibido el Espíritu Santo y estaba luchando para ser
obrera. No era fácil ser colocada en la Obra de Dios, teníamos que probar que
realmente queríamos eso. No era un juego o un simple deseo momentáneo, era algo
serio y yo tenía conciencia de eso.
En febrero de 1994 fui levantada
a obrera. Como era consciente de la gran responsabilidad que recibí, tuve que
hablar con mi padre. Aunque tenía 18 años en aquella época, yo vivía con ellos
y les debía respeto y obediencia, tenía que comunicar mi decisión. Yo ore antes
de conversar con él el, y un día que fue a llevarme a la escuela, aproveché que
estábamos solitos y le dije: “Padre, seré obrera de la Iglesia”. Como él no iba
a la Iglesia, no sabía lo que eso significaba, entonces le expliqué: “voy a
ayudar en las reuniones y tendré que participar de todas las vigilias, pues
asumí una responsabilidad y no voy a fallar”. Al instante él me respondió: “si
eso no va a estorbar en tus estudios, todo bien”. Que alivio sentí ¡Dios
preparó todo!
Me gustaba mucho atender y
evangelizar. Me acuerdo que iba al hospital de SIDA a orar por los enfermos,
iba a las casas a rescatar a aquellos que se habían alejado de la Iglesia,
también tenía un trabajo fuerte en la obra social, distribuía ropa y alimento y
siempre ayudábamos.
El pastor siempre nos enseñaba
que teníamos que llorar por las almas y nuestro amor por ellas aumentaría, y yo
hacía eso.
Los domingos por la tarde yo no
salía con Joaquín, siempre iba a evangelizar, él me llevaba a la Iglesia y me decía
que me esperaría en el auto. Al final eso nunca acontecía, el Espíritu Santo
siempre lo incomodaba y él acababa por siempre ir a evangelizar también. Un
tiempo después, en la semana del Espíritu Santo, él fue bautizado y en Abril
fue levantado a obrero.
Yo estaba muy feliz y agradecida
con Dios, los dos estábamos en la misma fe y sirviendo a Dios.
Nuestro tiempo libre era
dedicado a la Iglesia, nos sentíamos realizados ayudando a las personas. Él era
un obrero bendecido, al tiempo él recibió responsabilidad en la Obra y eso me
dejaba muy feliz.
Aunque muchos en la Iglesia
sabían que nosotros éramos novios, pues habíamos llegado a la Iglesia siéndolo,
nosotros manteníamos discreción.
No andábamos de manos tomadas adentro de la
Iglesia, ni quedábamos conversando, fue por eso que nuestro noviazgo siempre
fue respetado.
Nunca nos llamaron la atención
por actuar de forma inadecuada, pues siempre cuidamos de dar buen testimonio y
agradar a Dios con nuestro noviazgo.
Nuestro placer en servir era
verdadero y no me imaginaba más haciendo cualquier otra cosa, Dios me había
llamado.
¿Y usted tiene el deseo de ser
útil en la Obra de Dios? ¿Qué piensa hacer en favor de los que sufren?
En el próximo post hablare de
una situación vergonzosa que viví ¡Aguarden!
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