viernes, 9 de septiembre de 2016

Tres pasos muy importantes




En estos días estaba conversando con mi esposo sobre las cosas que aprendí cuando todavía era una niña, que mis padres me enseñaron y me gustaría compartirlas hoy con ustedes.

Una de las cosas que aprendí desde pequeña, fue a orar. Sé que todas ustedes deben decir: “Ah, yo también sé, todas oramos”. Pero no estoy hablando de orar por orar, y sí de conversar con Dios. Aprendí que, cuando oramos debemos despejar nuestra mente de todo, y elevar nuestros pensamientos a Dios. Yo acostumbro a imaginarme delante del trono de mi Señor y converso con Él y tengo la certeza de que Él está ahí oyéndome. No digo palabras repetitivas, sino que hablo todo lo que está dentro de mí, con toda sinceridad, pues Dios me conoce mejor de lo que yo me conozco. Orar es hablar con tu mejor amigo, es el momento en que tú eres lo que eres; es el momento en que desahogamos con Dios, lloramos, reímos, agradecemos, descargamos nuestras preocupaciones, pedimos por alguien, adoramos, buscamos el Espíritu Santo… esa es la oración que agrada a Dios, cuando ella sale de nuestra boca con toda sinceridad.

El hábito de orar nos hace personas más fuertes, pues cuanto más llenamos nuestros pensamientos con las cosas de Dios, cuanto más hablamos con Él, cuánto más conversamos, entonces, más intimidad tenemos con Dios. ¿No es así también con nuestras relaciones? Cuanto más conversamos con nuestras amigas, más próximas nos tornamos e inclusive se nos pegan algunas manías, gestos y maneras de ser de tanto aproximarnos a ellas. En una relación sentimental es igual: cuanto más conversamos con nuestro marido, más íntimos nos volvemos. Todo el mundo sabe que un matrimonio sin diálogo es un matrimonio predestinado al fracaso, de la misma forma es nuestra relación con Dios, sin diálogo (oración) no tiene como ser sustentada.

¿Ustedes ya percibieron que el diablo ha hecho de todo para crear distracciones y entretenimientos para ocupar cada segundo de nuestra vida al punto de no tener tiempo para orar? Es ahí que debemos vigilar. Tenemos que priorizar las cosas de Dios y no dejar que nada interfiera en nuestro momento de invertir en las cosas de nuestro Señor. Claro que siempre tendremos muchas cosas que hacer en nuestro día a día, pero cabe a nosotros saber colocar cada cosa en su debido lugar. Cuando amamos verdaderamente a Jesús, tenemos el placer de hablar con Él, de estar ahí en sintonía, pues es lo primero en nuestra vida, nuestro verdadero amor, lo más importante… Por eso, no es difícil priorizarlo. Pero, si alguien coloca todo y a todos antes de Jesús, ¿cómo puede querer que Él le responda si el tiempo que esa persona pasa con Él no tiene ninguna calidad? ¿Es justo? No amigas, por eso, invierta en su relación con Dios, ten el hábito de conversar con Jesús: al despertar, agradece; al comer, agradece; antes de tomar decisiones, pide dirección a Dios; antes de salir de casa, pide protección. Depende de Dios en todo y verás que tus oraciones serán atendidas. Vamos a orar más y a reclamar menos. La semana que viene, escribiré el segundo paso.

Que Dios me las bendiga mucho. Un beso grande a todas y hasta la semana que viene.
Juliana Furucho
 
Traducido por: Milena Pignatta

0 comments:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...