miércoles, 2 de marzo de 2016

Secretos de una hija de pastor 6 – El llamado para el Altar




Cuando mi padre volvió a Brasil, para mí fue todo muy nuevo, una nueva realidad. Fuimos para una Iglesia grande en San Pablo. Muchos obreros, mucho pueblo, jóvenes, pastores, iburds, ¡era todo tan diferente a Japón! Yo estaba acostumbrada a tener qué hacer en la iglesia, como limpiar, evangelizar, ayudar en la iglesia, pues no teníamos tantas personas en Japón como en Brasil, pero aun así no dejé de hacer lo que había aprendido y amaba hacer: servir a Jesús.  En cada oportunidad que tenía, yo limpiaba la Iglesia, ayudaba en la iglesia, quedaba cerca de las obreras para aprender, ayunaba antes de las reuniones, atendía a las personas y me consagraba pues quería liberar aún más a aquellas personas que veía allí manifestadas, ¡eran tantas las personas que necesitaban de ayuda! Continué dando mi mejor para Jesús, aun teniendo muchas otras personas para hacerlas también. Cuando queremos, siempre encontramos algo para hacer ;)

Desde mi bautismo con el Espíritu Santo, nació dentro de mí el deseo de servir a Dios en el Altar y nunca dudé de eso. Eso sucede porque el propio Dios nos elige para  servirlo. Es Él quien coloca ese llamado en nosotros. Nunca me importé en sí tendría casa para vivir, auto o alguna comodidad, por el contrario, yo ya había  visto en mi propia vida cómo es la vida de un pastor, pues en el comienzo del ministerio de mi padre vi cómo eran las luchas, pues ya vivimos  en el fondo de la iglesia en una ciudad en el interior de Brasilia, donde nuestro baño era el mismo que el del pueblo, dentro del salón de la Iglesia. Vivimos también en un pequeño cuarto encima de la Iglesia, sin ninguna comodidad. Ya también habíamos vivido en una minúscula casa en Japón con la familia de mi padre, un total de 9 personas, donde dormíamos en el piso de la sala yo y toda mi familia. Hemos también andado en bicicleta bajo nieve, lluvia o sol, pues no teníamos auto… en fin, yo siempre supe que la Obra de Dios no era un mar de rosa, pero sí de luchas, sacrificios, renuncias todo el tiempo. Sabía que no tendría más el derecho de elegir dónde vivir, qué auto comprar o para dónde ir, pues mi vida estaría en las manos de Dios y Él decidiría todo.  Saben amigas, hasta es gracioso decir eso hoy, pues me acuerdo que yo le pedía a Dios que cuando me casara yo quería ir para África, pues quería ayudar a aquellas personas sufridas, a los niños y hasta decía a Dios que no me importaría dormir en el suelo, o hasta quedar sin comer para poder darle al pueblo mi parte y así enseñar la Palabra de Dios. Ese era mi sueño y aún lo es jeje. Pero ni siempre lo que queremos es lo que Dios nos ha preparado para nosotros.

Hoy en día veo a muchas jóvenes queriendo casarse con un pastor, a veces no es porque dentro de ellas late una pasión, un deseo fuerte de ganar almas, y sí porque ve a una esposa o al pastor de su Iglesia y cree que es bonito y le gustaría de ser así también. Pero ser esposa de pastor va mucho más allá de estar arregladita en la Iglesia. Ser esposa de pastor es ser la renuncia en persona. Es ser trabajadora, guerrera, fuerte, pero al mismo tiempo humilde. Es mantener una sonrisa en el rostro y llorar a los pies de Jesús. Es amar al pueblo, dar su vida por las personas. Es pensar en su prójimo y no en sí misma, en su propio beneficio. Ser esposa de pastor es algo lindo y maravilloso, pero no es fácil, no es  para cualquier persona, la obrera tiene que primero ser nacida de Dios, ser llena del Espíritu Santo, pues si no lo es, ella entrará en la obra por los motivos equivocados y no será feliz y lo peor es que amarrará a un hombre de Dios,  que podría estar ganando muchas más almas. Amigas, cuando nacemos de Dios el propio Dios coloca dentro de nosotros ese deseo ardiente de ganar almas y estamos dispuestas a dejar todo por amor a esas personas sufridas. Cuando tenemos ese llamado de Dios dejamos de pensar en nosotras mismas y nuestro único deseo pasa a ser el de agradar a Dios. Si usted desea ser esposa de pastor, analice bien, vea si hay un motivo personal dentro de usted, vea si su amor por las almas va más allá de una posición, vea si de verdad usted está dispuesto a obedecer a Dios sin titubear. Vea si Dios colocó dentro de usted ese llamado y si es así puede tener la certeza que en la hora cierta Él la llamará. Semana que viene contaré acerca de mi primer novio. Un beso grande a todas y hasta entonces. Dios las bendiga.
Juliana Furucho

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