martes, 16 de febrero de 2016

Secretos de una hija de pastor 5 – El llamado y como fui obrera




Después de haber recibido el Espíritu Santo, yo quería cada vez servir más a Jesús. Realmente hacia las cosas para Dios, pues, estando en Japón, en la misma iglesia que mi padre, que era el pastor de la iglesia, sería muy difícil engañarlo o hacer cosas para apenas llamar su atención. Él me conocía, entonces no serviría ser una cosa que yo no era, por eso la importancia de hacer todo para Dios sin esperar nada de los hombres, sin querer llamar la atención de nadie. Muchas veces yo iba a la iglesia y limpiaba el baño sola, sin que nadie me viera. Salía para evangelizar y nadie sabía. Yo quería agradar a Jesús, quería ganar almas, ser útil para Dios. Mi alegría era estar en la Iglesia, con mis amigas de la fe, sirviendo a Jesús. Yo no estaba preocupada en ser obrera, yo solo quería hacer aquello que agradara a Dios.

Hasta que un día, mi padre ya habiendo visto mi cambio, tanto en casa como en la Iglesia, él me preguntó si yo había sido bautizada con el Espíritu Santo, y yo muy feliz le respondí que sí. Y él me dijo que ya sabía, pues mi cambio era visible, yo estaba diferente, y entonces me levantó de obrera.   Queridas, ¡¡Qué alegría!! Quedé tan feliz. Para mí era como si Dios estuviera agradándose de mí y confiando algo tan grande como el hecho de ser obrera. Me sentí privilegiada, me sentí especial.

Cuando recibí mi uniforme, para mí era la cosa más especial que yo tenía. Mi madre me enseñó a cuidar de él con mucho temor, cariño y cuidado, pues era mi armadura de guerra y también representaba a Jesús. Yo lo lavaba a mano con todo el cuidado. Lo planchaba y siempre lo dejaba bien perfumado. Cuando llegaba a casa, no lo dejaba nunca tirado, lo guardaba con cuidado para lavarlo después.

También aprendí con mis padres a consagrarme para las reuniones, a hacer ayunos para que Dios me use y normalmente los viernes yo iba en ayuno a la Iglesia pues quería que Dios usara mis manos para liberar a las personas del diablo. Los días martes día de la cura, de la misma manera, yo quería ser usada para curar. Los domingos también iba en ayuno porque quería que Dios me fortaleciera. Los domingos de Santa Cena eran los más especiales, me arreglaba mucho más e iba con toda reverencia a servir. Desde el alfolí que sostenemos durante las ofrendas, hasta el baño, debemos cuidar la casa de nuestro Dios con temor. Los sobres, diarios, folletos, su uniforme, el altar, las butacas, la escuelita, TODO debemos cuidar con reverencia y no de cualquier manera.

Recuerdo que cuando subía al Altar para limpiar, yo me sacaba los zapatos y quedaba en espíritu de oración. Mi padre me enseñó que el Altar es el lugar santo y así lo es para mí hasta hoy. Amigas, servir a Jesús es algo maravilloso y yo amo hacer parte de esta obra, pero no podemos dejar jamás que el tiempo apague o nos haga olvidar del temor y la reverencia que teníamos al comienzo. Dios es Santo y todo lo que es de Él también lo es y debemos tener temor al cuidar de Sus cosas. El diablo es el único que no quiere que seamos temerosas con las cosas de Dios, ¡pues él no lo es! Si usted es obrera, siga este consejo, cuide de su uniforme, nunca vaya desarreglada para la Iglesia a servir a Jesús, maquíllese, arregle su cabello y que su uniforme sea el mejor planchado  y cuidado de la Iglesia. De la misma manera las educadoras de la escuelita, los líderes de la FJU y todos los que sirven a Jesús, sea lo que usted haga, hágalo con reverencia y temor pues Dios ve todo lo que hacemos. Dé su mejor siempre, aunque nadie esté viendo, ¡Dios lo está! Aprendí eso con mis padres y paso para ustedes esta perla preciosa. Un beso grande y hasta la semana que viene con más perlas preciosas. 
Juliana Furucho 




2 comments:

Crystal Gallegos dijo...

Dios hablo tan fuerte conmigo cuando leí esto. Yo desde que estaba pequeña he querido hacer la obra. Al leer esto Dios hablo conmigo que para yo poder hacer la obra la unica persona a la cual yo tengo que agradar es Dios. El mira todo lo que hago y mira mi intencion. Yo hago parte del grupo joven y soy voluntaria de la escuelita y evangelizo y admito que algunas veces no me importo con mi apariencia por falta de tiempo o por flojera. Ahora me doy cuenta que todo lo que yo haga para Dios tengo que hacer de la mejor manera, y eso incluye mi aprencia cuando hago la obra. Gracias a Dios por permitir que yo leyera esto!

Unknown dijo...

Muy fuerte no adelanta querer agradar a nadie pues la recompenza viene de Dios nosotros somos intrumentos de El, quien sirve a Dios este en la posicion que este debe hacerlo solo para agradarlo y no con dobles intenciones

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