Hola, mi nombre es Erica y hago la obra de Dios
en USA hace muchos años.
Me gustaría compartir con ustedes una
experiencia que pase estando en el altar, pues tengo la certeza de que muchas
otras esposas han pasado lo mismo, y muchas de ustedes que tienen el deseo de
servir a Dios también podrán pasarlo.
Como todas saben, nosotros decidimos vivir para
servir a Dios, vivimos una vida de renuncias y sacrificios, vivimos por la fe.
Nuestro deseo es apenas servir a Dios, sea
donde fuera y como fuera, no tenemos vida propia, nuestros sueños pasan a ser
los sueños de Dios, los problemas de las personas que son confiados en nuestras
manos pasan a ser los nuestros también. No sólo luchamos para alcanzar la tierra
prometida, sino para llevar a otros también allí; en otras palabras, nuestra
responsabilidad es mayor.
Pero con todo eso, aun así, servir a Dios siempre será un privilegio.
Pero ¿cómo actuar cuando usted está en la fe, y de repente surge un problema
que no es de nadie sino que ese problema es apenas suyo?
Eso puede ser un problema familiar, una pérdida, un problema en su
matrimonio, un problema de salud, ¿cómo reaccionar delante de esas situaciones?
Pues así es amigas, eso sucedió hace poco, de un día para otro comencé a
sentir un dolorcito del lado derecho, y en menos de un mes yo me encontraba en
una cama de cirugía, viviendo una experiencia nunca vivida antes.
Yo estaba acostumbrada a orar por los enfermos y cuando me vi en esa
situación, yo tuve que luchar contra todos mis sentimientos, contra la duda,
contra el miedo, etc…
Pero existió una cosa que fue fundamental en aquel momento, la “Fe” y yo
tuve que usarla para mí misma, no pude depender de nadie más, era una lucha
personal, era el momento de practicar todo lo que yo enseñaba a las personas
que atendía.
Yo recuerdo que hice la siguiente oración:
Mi Dios, yo no acepto estar enferma, porque sé que enferma no podré dar
100% de mí, entonces si el Señor quiere seguir gastando mi vida, restaure mi salud.
Y así como determiné, sucedió. Mi cirugía fue un éxito, la recuperación
fue aún mayor y hoy estoy disfrutando de plena salud, y lo mejor de todo, puedo
seguir dando todo de mí para servir a mi Dios.
Nunca podemos olvidarnos, que siempre seremos probadas en aquello que
predicamos, pero el único objetivo del
Señor Jesús es mostrar para todos que no sólo hablamos de su palabra, sino que principalmente
la vivimos.
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