“Y el centurión que estaba frente a él,
viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este
hombre era Hijo de Dios.” Marcos
15:39
Nuestro ejemplo de Siervo dio buen testimonio hasta en el momento más
difícil y agonizante de su existencia terrena.
El centurión, que era líder del servicio militar romano, asistió al
sufrimiento del Señor Jesús hasta Su muerte. Él quedó impresionado con la
manera en la que el Mesías soportó todo dolor y sufrimiento.
Con Su conducta mansa y pacífica, el Señor Jesús ganó almas hasta en la
hora de la muerte.
Aun siendo un hombre pagano, el centurión reconoció que Él era
verdaderamente el Hijo de Dios.
Eso nos enseña
que, así como el centurión confesó que el Señor Jesús es el Hijo de Dios debido
a Su proceder delante de todo lo que sufrió, las personas a nuestro alrededor
deben ser testimonio de nuestro buen comportamiento, para que, aunque ellas no
manifiesten la fe en Dios, Lo reconozcan en nuestras vidas.
Es fácil ser
mansa, amorosa, paciente y educada cuando todo va bien, no hay dificultad en
eso.
Mientras tanto,
son muchos los que avergüenzan al Señor cuando las cosas no le favorecen,
cuando la situación es difícil o simplemente cuando son contrariadas.
En esos
momentos, ellas se tornan agresivas, groseras, maldicientes y nerviosas,
demostrando un comportamiento contrario al que han profesado.
Son mansas y
pacíficas si todo está bien, de la manera que le agrada, cuando no sufren una
injusticia ni se sienten ofendidas. Caso contrario, aquella mansedumbre
desaparece instantáneamente. Piense ahora en su reacción cuando alguien le
irrita, pisa en su callo, es injusta con usted, le habla de forma grosera, la
contradice, etc.
Veamos nuestras
reacciones delante de cada situación que vivimos, pues ellas nos muestran lo
que realmente está dentro de nosotras.
Ser manso
cuando todo es de nuestro agrado es muy fácil, difícil es mantenerse pacífica
delante de las tribulaciones e injusticias de la vida.
Fue eso lo que
Jesús hizo ¡Por eso Él es admirable!
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