viernes, 6 de marzo de 2015

Linda, fuerte y exuberante


Aún meditando en el libro de Daniel, me deparé con el segundo sueño del rey Nabucodonosor.

“Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra. Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda carne. Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo. Y clamaba fuertemente y decía así: Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas.”Daniel 4:11-14

Él tenía la apariencia, era fuerte y hermoso, todos conocían su poder y majestad, lo tenía en abundancia y los demás podían contemplarlo.
Pero había un problema en el interior. La apariencia del exterior no concordaba con lo que había internamente, el interior era orgulloso y corrupto.
¿De qué sirve que tengamos apariencia de siervas, muchas obras, si nuestro interior está corrompido, orgulloso, no reconociendo a Dios como Señor de nuestra vida?
Las muchas hojas, frutos, reconocimientos y altivez se tornaron nada delante del Todopoderoso.
Las muchas bendiciones, milagros, responsabilidades, autoridad, para quien no reconoce que son dadas por las manos de Dios y para glorificar a Dios, se tornarán piedras de tropiezo en sus vidas, así como sucedió con Nabucodonosor, que no quiso reconocer a Dios como Señor, porque él creía que era el autor de su propio éxito y no le atribuía eso a Dios.
Dios no ve sólo nuestras obras, aquello que aparece, que es visible a los ojos. Dios lo primero que ve es nuestro interior.
Tal vez muchos se han preocupado en mostrar trabajo, hacer mucho y hasta son vistos como ese árbol lleno de hojas y de linda apariencia, pero mientras tanto su interior está seco e infructífero.

Meditemos siempre en eso, cuidando nuestro interior.



1 comments:

Roxana Hernández dijo...

Muy buena reflexión. Muchas veces por las responsabilidades dadas nos tramos orgullosos y arrogantes y descuidamos nuestro verdadero ministerio que es servir. Aún con responsabilidades debemos mantenernos humildes y sinceros ante Dios y los hombres.

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