jueves, 11 de diciembre de 2014

Como recomenzar


Hola queridas, esta semana les compartiré el testimonio de mi querida amiga Susana, es un testimonio que he vivido y tengo certeza de que ayudará a muchas que estén pasando por la misma situación,  y para que otras ¡despierten!
Es un testimonio de superación, pues si ella venció,  con certeza usted también vencerá. 

"¡Hola queridas amigas! Para mi es un privilegio poder compartir con todas ustedes mi historia. Pero, ¿cómo resumir toda mi vida en tan poco? Fue lo que pensé, y Dios me mostró que así como una simple palabra puede ser una espada en nuestra vida y provocar cambios, así también mi historia de reconciliación con Dios, de superación, de restauración y reconstrucción hará la diferencia en su vida.
Mi nombre es Susana Palha, tengo 39 años y soy portuguesa. Vivo en  Porto, soy casada a 18 años y madre de una niña. Hoy mi vida es prueba de que es posible recomenzar. Mi historia es muy similar a la de muchos jóvenes que llegaron a Dios y probaron Su poder. Era una joven como tantas otras, oprimida. Materialmente tenía todo lo que una hija única podría desear, pero los problemas y discordias familiares hacían que sufriera con una soledad terrible. Después de la muerte de mi padre, los problemas aumentaron y llegué a la Iglesia Universal llevada por mi madre, quien lucho por nuestra familia sin desistir. Tuve mi encuentro con Dios a los 17 años. Todo tenía sentido, encontré la respuesta para todas mis preguntas, la falta de amor de un padre  fue suministrada por el regazo de Dios que llenó cada vacío. Mi vida sólo hacía sentido para servir a Dios. Me torné obrera. Mi gran placer era evangelizar, ganar almas, dedicar toda mi vida al Dios que me había salvado. El altar me llamaba, era más fuerte que cualquier cosa, quería gastar mi vida para hablar de ese Dios maravilloso. Hice renuncias, como la facultad donde ingresé, el deseo de tener una vida propia, y así me casé con un hombre de Dios, cumpliendo con mi sueño de Servir a Dios en el altar.


Fueron 5 años de luchas, desafíos, pero de recuerdos maravillosos en los cuales bendecíamos a las personas, madurando espiritualmente, usando la fe. Nuestro ministerio crecía en medio de las situaciones difíciles, las cuales nos hacían más fuertes. Nuestra felicidad fue inmensa cuando fuimos consagrados. Yo era una de aquellas personas que oraba a Dios y le decía con toda sinceridad: "Si no es para servirte, arráncalo de mi vida" (más tarde recordé esa oración muchas veces).
Ya habíamos pasado momentos tan dolorosos, pero aún estábamos en la fe, resistentes al mal y en medio de una situación simple, bajamos los brazos, miré para la situación y dejé que las emociones hablasen más alto, y en lugar de doblar mi rodillas y correr a Dios y a mi creencia, confiar y hacer de Él mi sustento, simplemente nos fuimos de la obra con un sentimientos de rechazo enorme dentro nuestro. Vean cómo nuestros propios sentimientos, reacciones y emociones, si no vigilamos, pueden derrumbarnos.
Mi marido permaneció en la fe como miembro, yo me alejé luego de un tiempo... El dolor era inmenso, el extrañar la obra dolía mucho, estaba completamente sola y sumergida en esos sentimientos de víctima y rechazo. El choque con las diferencias del mundo fue brutal.

 Con una hija en los brazos,  la cual quería protegerla de este mundo que era contrario a todo lo que yo creía, yo no lograba tener placer en nada y extrañaba mucho al punto de impedirme permanecer en la lucha. La culpa que alimenté era un peso gigante. Oía la radio, veía la TV pero no lograba volver.El peso de la palabra ex entonaba fuerte en mi. Pensaba que nunca más podría ser tan feliz como  los años en los que estuve en la presencia de Dios. Me veía como una sombra, parada en el tiempo. Me torné amarga, solitaria, perdida. Los problemas aumentaron más, pero mi marido seguía luchando por mi con Dios.Llegué al fondo del pozo y yo misma comencé a orar para tener el deseo de volver. Y así, tomé la decisión- la mayor, la más importante de mi vida. Volví, no para participar de una reunión, sino que volví para regresar a los brazos de Dios en aquella mañana.Fue una mañana maravillosa. El conflicto interior era gigante, pero allí se dio inicio a mi vida con Dios. Él me abrazó, me perdonó, quitó mis dolores. Queridas, no sé si están en una situación semejante... Podemos estar alejadas de Dios física o espiritualmente. Entre Dios y yo estaba el amor por la obra. Yo tuve que comenzar de nuevo.Muchos me preguntaban cómo era posible tener coraje para comenzar de nuevo. Yo no entiendo esa pregunta... Tuve coraje de abandonar mi fe, entonces tuve que ser mujer para enfrentar mis dolores, ser dura conmigo misma, dejar de ser la víctima y recomenzar. Nada es más importante que nuestra salvación. Nunca juzgué a alguien como yo misma me juzgaba. 

Tuve que perdonarme ¿Fue difícil? Mucho. Luchar contra mí y mis sentimientos fue difícil, pero a medida que me entregaba a Dios, Él se iba manifestando en mi vida. Me olvidé de lo que los otros pensaban o no de mi, cuando venían pensamientos así, o emociones, yo miraba para el Altar y sacrificaba. El Altar era el regazo de Dios, yo quería mi salvación. Hoy soy grata por esa lucha tan mía entre Dios y yo. Me hizo más fuerte y mi intimidad con Él también. Hoy soy una nueva Susana. Dios restituyó en mi la dignidad, colocó personas en mi camino que me oyeron y no me juzgaron, porque yo me dejé cuidar. No me apoyé en títulos o rótulos, porque me vi como un alma con la necesidad absoluta de tener a Dios en mi vida. Él me honró. Fue un proceso, pero también una revolución en mi vida, generado por Él. Dios nos quiere y nunca desiste de nuestra vida, aún cuando nosotros desistimos. No se resista a Dios. Hoy soy completa, feliz, realizada y me veo ser hasta más usada por Dios que en el pasado, ¡porque soy libre!  Cuando somos esclavas de ese pasdo no logramos ver las oportunidades que Dios tiene para nosotros. Yo no quería olvidarme de ese pasado en el cual fui deliz, pero en él yo cargaba con las marcas que me había dejado y eso me tenía amarrada. Hoy  yo y mi familia servimos nuevamente a Dios como obreros. Volver a verme digna de Su confianza al dejarme cuidar de las almas, fue maravilloso y el temor a Dios guardado dentro de mi alma siguen latentes. Es un placer servirlo, no interesa cómo, dónde o de que manera, mi vida está en el altar, fe y novedad de vida. Si un día me consideré una vergüenza, hoy sé que Él me transformó en un ejemple para mostrar de manera simple que es posible recontruir nuestra vida con Dios. Está en su mano el reconstruir su comunión con Dios. Él no está en silencio, pero sí espera que usted grite por Él, que usted se somera para que Dios se manifieste restituyendo todo lo que has pensado perder."   
Susana Palha
 

Besos dulces hasta la próxima semana.
Cátia Rubim

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