lunes, 11 de junio de 2012

Mini Novela "Ziva" 1 - El cautiverio

Ziva acababa de despertar, pequeños rayos del sol entraban por las cortinas de su habitación, cerró los ojos con mucha fuerza y respiró profundamente- "gracias Dios de Israel por mas un día de vida" - dijo Ziva saltando de su cama.

Miró a su alrededor y vio que sus hermanos menores estaban durmiendo, se acercó con mucho cuidado pues no quería despertarlos. Ziva era la segunda hija de una familia humilde en Israel, su padre vendía frutas en el mercado de la ciudad y su madre cuidaba de la casa y bordaba a mano lindos vestidos para las familias más ricas de el pueblo.

Todos los días bien temprano la hermana mayor de Ziva iba al pozo de la ciudad en busca de agua, y como de costumbre Ziva la acompañaba.

"Buenos días pequeña flor" – dijo Leila la hermana mayor.

"Deja arreglar ese cabello" - dijo Leila peinándola y haciéndole una hermosa trenza en el cabello de Ziva.

"Quien sabe y a lo mejor encuentras un lindo joven en el pozo hoy" - dijo Leila jugando con Ziva.

Para Leila! Antes de casarme tienes que casarte primero "- dijo Ziva riendo.

"¡Hijas!" - Gritó la madre de ambas que estaba cocinando el pan – ya esta en la hora de ir rápido para no tardar mucho, necesito de agua.

"Madre, mientras Leila saca el agua del pozo, ¿me puedo sentar un poquito cerca de el profeta Eliseo, para oír las historias que él cuenta de nuestro Dios?" - Ziva preguntó con un rostro ansioso.

"¡Puedes mi hija! Pero no te apartes mucho de tu hermana."

"¡Leila! Ten mucho cuidado hija no te tardes, tu padre escuchó ayer en el mercado que el ejército de los sirios esta rodeando algunas de nuestras tierras."

Ziva corrió a los brazos de su madre y le dio un beso, los dos se abrazaron fuertemente.

"¡Yo también quiero! "– dijo Leila corriendo a abrazarlas.

Y así salió Ziva de su casa sin imaginarse de que era la última vez que vería a su madre.

Al llegar al pozo allí estaba como de costumbre el profeta Eliseo, muchos se acercaban a escuchar lo que decía, pues era muy respetado por todo el pueblo. A Ziva le encantaba todo lo que el profeta hablaba, y desde muy pequeña todos los días, allí estaba para escucharlo.

"¡Leila el profeta ya está ahí!" – dijo Ziva soltando la mano de su hermana y corrió hacia donde estaba el profeta.

Cuidado Ziva, aquí te voy a esperar, no demores mucho - dijo Leila con un tono de voz autoritaria.

Y así era casi todas las mañanas de Ziva, en cuanto su hermana sacaba el agua del pozo y hablaba con las otras jóvenes de la ciudad, ella escuchaba al profeta y se maravillaba con los milagros que Dios hacia.

"¡Ziva!" - Exclamó Leila – "¡vamos ya, se hace tarde! Ayúdame con los cantaros."

"¿Y entonces que dijo el profeta hoy?" - preguntó Leila.

"¿Sabías que el profeta ya resucitado un muerto? "– dijo Ziva con lágrimas en los ojos.

"¿Como así?", pregunto Leila con una cara de sorprendida.

"¡Sí! Hoy el profeta dijo que un día él estaba en la ciudad de Sunem, donde una mujer tuvo un hijo que murió, ¡y el profeta oró a Dios y el niño resucito!"

"¡Serio Ziva! ¡Como nuestro Dios es maravilloso! ¡Y el profeta es un hombre de Dios!" - dijo Leila con una mirada sorprendida.

-"Leila, será que algún día Dios me puede usar para ayudar a alguien que está sufriendo, ¡Yo quiero mucho poder hablar como el profeta!"

"Ziva eres una tonta" - dijo Leila riéndose de su hermana.

A lo lejos se oían gritos y un gran alboroto comenzó a acontecer en toda la ciudad, algunas personas gritaban - ¡Corran! ¡Los sirios están aquí!

Leila dejó caer el cántaro de agua que tenía en la cabeza y sostuvo fuertemente a su hermana, estaba asustada y trataba de correr entre las personas.

Varios soldados corrían con sus caballos entre el pueblo, Leila sintió que jalaban a su hermana de sus brazo, pero el empujón que recibió fue tan fuerte que tuvo que soltar a Ziva cayendo fuertemente al suelo.

"¡Tu niña servirás para ayudar a la esposa de mi señor! " – Grito el soldado con una voz áspera y agarrando a Ziva por el brazo.

"¡No!" – gritó Leila levantándose de el piso y agarrando a su hermana.

Pero el soldado golpeó fuertemente a Leila y herida cayó al suelo como si estuviera muerta.

Ziva empezó a llorar fuertemente, mientras que el soldado la subía y la ataba a su caballo.

A medida que se alejaban de la ciudad, Ziva miraba todo lo que se quedaba para atrás, su corazón palpitaba fuerte. ¿Dónde me llevan? ¿Y mi familia? ¿Qué será de mí?

(Continúa en el próximo lunes)

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