Cuando llegamos a la fase de la adolescencia, creemos que lo sabemos todo, queremos descubrir el brillo del mundo y simplemente no tenemos la noción del peligro.
A esa edad yo pensaba que mis padres eran anticuados y muy exagerados.
Sólo pedía un poco de libertad, ¿por qué no podía ir de camping con mis amigas? No hay nada de malo, pensaba yo. ¿O salir por la noche a cualquier lugar? A fin de cuentas era sólo un paseo en grupo.
Yo pensaba que no me comprendían. ¿Cómo no se conmovían, si a veces hasta lloraba? Les era tan fácil decir “no”.
Cuando me volví adulta, comencé a comprender su comportamiento y que lo hacían para protegerme.
Era su manera de “librarme” del mal que hay en el mundo, pues me amaban y no querían que algo me pasara.
Muchas personas consideran la Palabra de Dios muy dura y llena de normas.
Mas la Palabra de Dios nos pone límites para protegernos.
Todas las advertencias y la ley de Dios, no es para privarnos de la felicidad, sino para que la disfrutemos con plenitud.
Su amor de Padre nos impone normas con la intención de no vernos sufrir, de evitarnos los peligros que nosotros mismos no tenemos noción que existen.
¿Cuántos por llevar una vida sin normas han sufrido las consecuencias?, ¿cuántas niñas se quedaron embarazadas a los 12, 13 años por no querer dar oídos? ¿Cuántos jóvenes contrajeron el virus del sida, o enfermedades sexualmente transmisibles por querer vivir la “vida loca”? ¿Cuántos se mueren de una sobredosis por estar en el mundo de los vicios sin pensar en su trágico final? ¿Cuántos se desvían por malos caminos al juntarse con personas equivocadas?
Qué diferente sería si hubieran hecho caso de la palabra de Dios, ¿verdad?
La disciplina de Dios es para nuestro bien, Él nos ama demasiado y por eso sabe decir “no”. Sólo un padre que no ama, permitiría toda la libertad a su hijo, sin importarle lo que pudiera pasar.
“La ley del Señor es perfecta, que convierte el alma; El testimonio del Señor es fiel, que hace sabio al sencillo.” Salmos 19:7
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