lunes, 17 de abril de 2017

¡Rivalidades!




Ellas existen por todos lados, en el seno familiar, en las relaciones conyugales y de amistad, en el medio laboral y hasta en la obra de Dios.
Ese tipo de sentimientos ya afloraban en la época de Jesús y hoy no es diferente.
El Señor Jesús había comenzado Su ministerio y estaba bautizando, muchas personas iban hacia Él arrepentidas de sus pecados para dar ese paso de fe.
Al ver eso, los discípulos de Juan el Bautista se entristecieron porque las personas ya no se iban a bautizar con Juan y sí con el Señor Jesús, y llevaron su queja hasta su maestro.

“Aquellos fueron a ver a Juan y le dijeron: ―Rabí, fíjate, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, y de quien tú diste testimonio, ahora está bautizando, y todos acuden a él.” Juan 3:26

Observamos  que esos discípulos se entristecieron con el suceso del ministerio del Señor Jesús, ¿Y no es eso lo que sucede en los días de hoy? ¿Cuántas personas y siervos del Señor quedan celosos al ver el éxito de sus compañeros de obra? Quedan tristes con la bendición de otros. Y además de permitir esos tipos de sentimientos, van arrastrando eso y contaminando a otras personas con comentarios venenosos y llenos de malicia.
Pero al escuchar tales palabras, Juan los reprendió diciendo que él no era nada, él apenas vino para preparar el camino para el Salvador y mucho se alegraba por eso.

“Ustedes me son testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él”. El que tiene a la novia es el novio. Pero el amigo del novio, que está a su lado y lo escucha, se llena de alegría cuando oye la voz del novio. Esa es la alegría que me inunda.” Juan 3:28-29

Vamos a prestar atención a dos cosas importantes, lo que hablamos y lo que oímos. Siempre que hablamos cosas carnales, mostramos lo que está adentro de nosotros y la posibilidad de contaminar a otros es muy grande.
Por otro lado debemos filtrar lo que oímos, cuando la persona está en la fe y escucha algo que se metió queriendo infiltrarse y crear división, rivalidad, celos, envidia, etc., ella reacciona como Juan. Pero si no está en la fe, al oír palabras negativas, puede dejarse llevar por ellas y dar lugar a los sentimientos o actitudes que desagradan a Dios.
No dé oídos ni alimente esos tipos de cosas, pues seguramente la destruirán.

Usted ya vivió una situación así? 







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