“Señora Tania,
Me gustaría contar
mi historia para que usted pueda ayudar a más obreras que están pasando por la
misma situación.
Yo era una obrera
dedicada, palo para toda obra, hacía de todo para agradar a mi Señor, era llena
del Espíritu Santo, vivía una vida recta delante de Dios. Era vigilante, yo
vestía la camiseta.
Hasta que desvié
mi foco de Dios para mi vida sentimental, el diablo conocía mi debilidad y
dónde él podría derrumbarme, y en la primera oportunidad que le di, él entró en
mi cabeza. Ya no leía más la Biblia, no oraba, sólo pensaba en ponerme de
novia, quedar soltera ya era algo que me incomodaba.
Comente a noviar y
fue ahí que vino el pecado ¡AAhh cómo es amargo!
Me sentí tan mal, el vacío volvió, las
acusaciones, la tristeza, los llantos sin explicación, pero mi orgullo no
dejaba pedir ayuda; entonces no confesé. El diablo se ubicó y estableció en mi
vida, yo tenía vergüenza de lo que iban a pensar y de lo que las personas
creerían de mí. Tenía miedo de perder mi uniforme, pero al mismo tiempo no
quería usarlo. Tenía miedo de trabajar en las liberaciones y de ser
avergonzada. La depresión de la cual había sido liberada cuando llegué a la
iglesia había regresado, y pasé un tiempo así.
Tuve una semana en
el que usted posteó aquí en su blog sobre el pecado y citó al rey David, habló
sobre abandonar el error y comenzar de nuevo. Eso me marcí mucho, Dios estaba
hablando conmigo tanto en su blog como en la misma iglesia.
El pastor pasó la
semana predicando cosas como: “Si usted tiene un título, no tenga miedo de
perderlo, cuide su salvación” y eso era para mí, entonces decidí entregar en
las manos de Dios y contarle al pastor. Entregué mi uniforme y sentí un peso
saliendo de mi espalda, estaba libre de la acusación y de la culpa, y fue eso
lo que me ayudó a recomenzar.
Hoy estoy libre
del pecado y de las acusaciones, soy sellada y llena de Dios, mi vida cambió,
soy candidata nuevamente, pero lo mejor de todo es la certeza de la Salvación.
El objetivo de lo
que conté es alertar, pues sé que muchas
obreras pasan por eso, el apego al título, pero ningún título es más valioso
que el de ser hijo de Dios, acostarse y
poder dormir, tener la consciencia tranquila sin acusaciones y saber que el
diablo no tiene dominio sobre usted, que Dios siempre estará con usted para
darte una segunda chance.
Un abrazo.”
Me gustaría
agradecer a la amiga que nos mandó este relato con la intención de ayudar a
todas.
Queridas, cuidemos
de la salvación, pues ella es lo más importante y valiosa que cualquier otra
cosa
¡Esté alerta!
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