“Sí, acepto”

Estas palabras marcaron un momento crucial en mi vida.

Después de pronunciar esas dos palabras “sí, acepto”, dejaría de ser soltera, de vivir en la casa de mis padres para compartir mi vida con la persona que me llevó al altar, con todo lo que eso significa.

Los dos estábamos conscientes de que a partir de aquel día nuestras vidas mudarían por completo, ahora teníamos una alianza, todas las responsabilidades sobre nosotros, obligaciones de uno para con el otro.

Nuestra felicidad iba a depender de la fidelidad al voto que hicimos en el día de nuestra boda.

Por qué muchos matrimonios son un fracaso, porque una de las partes no honra el compromiso, se caso mas sigue viviendo como si fuera soltera, no hay fidelidad, respeto, la persona sigue saliendo con los amigos sin importarle el cónyugue, toma decisiones pensando sólo en sí mismo, sale sin dar satisfacción, no puede funcionar de esta manera.

Así pasa cuando decidimos aceptar al Señor Jesús y le decimos: “Sí, te acepto en mi vida”.

Todo cambia, no podemos aceptar a Jesús y seguir con la misma vida de antes, sin reglas, con desobediencia, amando las cosas del mundo, viviendo como si no tuviéramos obligaciones con nuestra fe.

No se puede ser fiel a Dios apenas cuando todo está de la manera que queremos, mas en toda y cualquier situación.

Debemos asumir nuestra parte del compromiso para que veamos un resultado.

Muchos no han visto nada en su vida espiritual ni física, pues aceptaron “casarse” con Dios, mas siguen viviendo como “solteros”.