miércoles, 21 de octubre de 2015

¿Qué será de mi hijo?



Muchas madres se hacen esta pregunta descrita en el título ¿no es así?
Jocabed, madre de Moisés, debe haberse preguntado también "¿Mi hijo sobrevivirá la sentencia a muerte? ¿Será que alguien encontrará el cesto?"
Adoptado por la hija del faraón, viviendo en el palacio ¿mantendrá su identidad?
¿Qué será de mi hijo (a)? Nuestros abuelos se preguntaron eso respecto a nuestros padres y  nuestros padres respecto a nosotros, y nosotros respecto de nuestros hijos (as).
La pregunta no tiene nada que ver con la "inutilidad de la infancia". Aunque eso apunta para el futuro, ella es hecha con los ojos y manos dirigidos al ahora.
Quien se  pregunta eso sabe que el niño será la continuidad de lo que es hoy.
La pregunta es retórica, en la realidad ella es más que un cuestionamiento, es una expresión de expectativas. Es hecha por madres que saben que los niños tienen un inmenso valor y nacen para tener un futuro.
Madres que no se conforman con que sus hijos sean menos de aquello por lo cual fueron concebidos.
Y tampoco aceptan previsiones fatalistas. Vea el ejemplo arriba acerca de la madre de Moisés, podría muy bien haberse conformado y haberse entregado a la circunstancia, ¡pero no!

En ningún momento ella cruzó los brazos y dudó del plan de Dios para la vida de él, entonces aunque en el momento todo parecía perdido, ella fue visionaria, ¡pues creyó!
Vea que aún viviendo en el palacio, los planes de Dios no dejaron de materializarse.
Tal vez usted pregunta ¿qué tiene que ver eso conmigo? Y yo le respondo ¡Todo!
Pues son muchas aquellas que tienen a sus hijos (as) en el palacio y por estar viviendo en esa situación se entregan, olvidándose de la promesa de Dios para la vida de sus hijos.
¡Madre! Sea una verdadera intercesora y coloque la vida de su hijo (a) en el Altar.
¿Por acaso el palacio podrá interferir en los planes de nuestro Dios? ¡Claro que no!
El palacio representa el mundo, él podrá estar allá con la sensación de bien estar, pero ¿qué es lo que resistirá? ¿El palacio? ¿o nuestros sacrificios?
Crea que Dios va a guiarlo para que sean, de hecho, quien deben ser.
Quien viene acompañando los post desde el inicio, sabe del testimonio de mi hermana Filipa, para mi es una hija. Ella estuvo en el palacio por algunos años pero en ningún momento me entregué, pues sabía dónde la había colocado y no existe lugar más supremo que el Altar.
Hoy ella es motivo de mi alegría, pues no tuvo una mejoría sino una transformación.
Si te ayudó o tenes alguna experiencia que te gustaría compartir, deja aquí tu comentario, no olvidando que juntas somos más fuertes.
Besos dulces.

Cátia Rubim


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