martes, 9 de diciembre de 2014

Los dos hijos



Hola mujeres de Dios, ¿cómo están? Hoy escribiré sobre un tema que he estado meditando ya hace algunos días. Es sobre Caín y Abel. Quizás usted piense: “Ya sé esa historia.” Pero le pido que me acompañen en estas próximas líneas.

Yo veo a Caín y Abel como si fuesen hijos de pastores también. Sus padres conocían a Dios, lo veían muy bien, pues andaban lado a lado con el Señor, oían Su voz claramente y conversaban con Él, ¡qué maravilla!, ¿verdad? Me imagino que cuando Adán y Eva tuvieron sus hijos, con certeza les enseñó todo aquello que sabían sobre Dios, pasaron a ellos todas las enseñanzas y direcciones sobre Él, creo que fue por eso que Caín y Abel decidieron sacrificar a Dios.

Hoy en día también tenemos muchos “Caínes” y muchos “Abeles”. Muchas personas e hijos que conocen a Dios, ya oyeron hablar TODO sobre Él, saben lo que tienen que hacer, pero no lo hacen, o lo hacen de cualquier manera, sólo para decir que lo hicieron. Hay también aquellos que hacen lo contrario: obedecen a Dios y hacen su mejor para agradar a Dios.

Vea amigas que, así como Caín y Abel, tenemos el poder de decidir nuestro futuro. Con nuestras decisiones y actitudes, podemos ser grandemente bendecidas o no. Solo depende de nosotras.

Si vamos ofrecer algo para Jesús, que sea nuestro mejor. Que sea el sacrificio perfecto, aquel sacrificio que reflejará nuestra propia vida íntegra y recta con Dios. No seamos como Caín, que dio una ofrenda para Dios: sin expresión, sin cuidado, sin cariño, sin temor… si así lo hacemos también, cosecharemos las consecuencias.

Nosotros hijos de pastores, tenemos la bendición de poder oír desde temprano sobre nuestro maravilloso Dios, así como Caín y Abel, y es por esa razón que debemos honrar y ser gratos a Dios, dando y siendo la ofrenda agradable a Dios.

Amigas, ¿cuál ha sido su ofrenda para Dios? ¿Cuál ha sido el sacrificio que usted ha puesto en el Altar? Su ofrenda te representa. Si usted ha dado para Jesús cualquier cosa: cualquier evangelización, cualquier lectura de la Biblia, cualquier oración, cualquier participación en  los servicios, cualquier ofrenda en la bolsa, cualquier sacrificio en la Campaña de Israel, cualquier todo… sepa que Dios no está agradándose de usted y le alerta para cambiar. Haga su mejor. Haga su ofrenda perfecta. SEA LA OFRENDA PERFECTA. Agrademos a Dios con nuestras ofrendas y nuestra vida. Vea que Dios fue bien claro cuando dijo en este versículo que no se agradó de “CAIN NI DE SU OFRENDA”. Dios no se agradó primero de Caín y después de su ofrenda, ¿Por qué? Le dejó una tareíta para que mediten, ¿ok? Un beso grande y que Dios me las bendiga mucho. Nos vemos semana que viene. Kisses.

Juliana Furucho


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