Hola mujeres de Dios, ¿cómo
están? Hoy escribiré sobre un tema que he estado meditando ya hace algunos
días. Es sobre Caín y Abel. Quizás usted piense: “Ya sé esa historia.” Pero le
pido que me acompañen en estas próximas líneas.
Yo veo a Caín y Abel como si
fuesen hijos de pastores también. Sus padres conocían a Dios, lo veían muy
bien, pues andaban lado a lado con el Señor, oían Su voz claramente y
conversaban con Él, ¡qué maravilla!, ¿verdad? Me imagino que cuando Adán y Eva
tuvieron sus hijos, con certeza les enseñó todo aquello que sabían sobre Dios,
pasaron a ellos todas las enseñanzas y direcciones sobre Él, creo que fue por
eso que Caín y Abel decidieron sacrificar a Dios.
Hoy en día también tenemos
muchos “Caínes” y muchos “Abeles”. Muchas personas e hijos que conocen a Dios,
ya oyeron hablar TODO sobre Él, saben lo que tienen que hacer, pero no lo
hacen, o lo hacen de cualquier manera, sólo para decir que lo hicieron. Hay
también aquellos que hacen lo contrario: obedecen a Dios y hacen su mejor para
agradar a Dios.
Vea amigas que, así como Caín y
Abel, tenemos el poder de decidir nuestro futuro. Con nuestras decisiones y
actitudes, podemos ser grandemente bendecidas o no. Solo depende de nosotras.
Si vamos ofrecer algo para
Jesús, que sea nuestro mejor. Que sea el sacrificio perfecto, aquel sacrificio
que reflejará nuestra propia vida íntegra y recta con Dios. No seamos como
Caín, que dio una ofrenda para Dios: sin expresión, sin cuidado, sin cariño,
sin temor… si así lo hacemos también, cosecharemos las consecuencias.
Nosotros hijos de pastores,
tenemos la bendición de poder oír desde temprano sobre nuestro maravilloso
Dios, así como Caín y Abel, y es por esa razón que debemos honrar y ser gratos
a Dios, dando y siendo la ofrenda agradable a Dios.
Amigas, ¿cuál ha sido su ofrenda
para Dios? ¿Cuál ha sido el sacrificio que usted ha puesto en el Altar? Su
ofrenda te representa. Si usted ha dado para Jesús cualquier cosa: cualquier
evangelización, cualquier lectura de la Biblia, cualquier oración, cualquier
participación en los servicios,
cualquier ofrenda en la bolsa, cualquier sacrificio en la Campaña de Israel,
cualquier todo… sepa que Dios no está agradándose de usted y le alerta para
cambiar. Haga su mejor. Haga su ofrenda perfecta. SEA LA OFRENDA PERFECTA.
Agrademos a Dios con nuestras ofrendas y nuestra vida. Vea que Dios fue bien
claro cuando dijo en este versículo que no se agradó de “CAIN NI DE SU
OFRENDA”. Dios no se agradó primero de Caín y después de su ofrenda, ¿Por qué?
Le dejó una tareíta para que mediten, ¿ok? Un beso grande y que Dios me las
bendiga mucho. Nos vemos semana que viene. Kisses.
Juliana Furucho
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