“Yo soy el buen pastor; el buen pastor
su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien
no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo
arrebata las ovejas y las dispersa.” Juan 10:11-12
El Señor Jesús se compara al buen
pastor, que da la vida en rescate de sus ovejas.
Él las guarda, alimenta, guía y protege
contra los predadores.
Por otro lado, si hay buenos pastores
es porque también existen los malos.
Esos son los asalariados, que solamente
trabajan por dinero y no por amor a las almas.
Los siervos que no tienen un amor
verdadero por las almas, no se interesan con el estado de sus ovejas. Los que
realizan la Obra de Dios para recibir un salario, o pensando en su propia vida
y bienestar, con certeza no están dispuestos a hacer ningún sacrificio por las
personas que necesitan de su ayuda y dirección.
Estos son aquellos que no oran por el
pueblo, no se interesan en saber el sufrimiento de las personas, no se
despertarían por la madrugada para orar por los afligidos, mucho menos
sacrificar su franco si fuera necesario. Ellos apenas cumplen sus horarios,
fuera de eso viven sus vidas normalmente, sin siquiera pensar en aquellos que
dependen espiritualmente de ellos. Y
cuando viene el “lobo”, son los primeros en huir y abandonar el rebaño, el cual
queda desprotegido y expuesto a todos los peligros.
Estos son los mercenarios, que no son
pastores, así los describe la Palabra de Dios.
Es muy diferente trabajar por un salario y
trabajar por amor. Quien verdaderamente ama las almas, se da por ellas en
oración, ayuno, vigilia, atendimientos, visitas y todo lo que pudiera hacer en
favor de los afligidos. Este es el buen pastor, el que se preocupa con el
bienestar de sus ovejas y aun cuando no está cerca de ellas, su pensamiento y
oración las acompañan, pues tiene conciencia de que las ovejas dependen de su
pastor.
¡Medite en cómo ha sido su servicio en la
Obra de Dios!
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