Todos pasamos por momentos tristes, a
veces por atravesar un problema personal y otras veces porque sentimos el
problema de alguien más.
Luchas, dificultades y tribulaciones
todas pasamos, lo que no puede suceder es que permitamos que la tristeza esté
por encima de nuestra fe y confianza en Dios.
Cuántas personas que eran fervorosas en
la fe, al vivir un problema, se desanimaron de tal manera que desistieron de
Dios. La tristeza consiguió sofocar su fe en Dios, lo que era todo en su vida, ahora
no representa nada.
Ella está indignada, decepcionada, culpa
a Dios por sus problemas y no quiere más buscarlo.
Eso muestra que su amor por Él estaba
condicionado a las circunstancias. Cuando todo iba bien, ella Lo amaba, Lo
buscaba, tenía placer de ir a la Iglesia, pero ahora con lo que sucedió, ella
Le dio las espaldas completamente. Hay veces que aun estando dentro de la
iglesia, ella se encuentra lejos del Señor, existe un resentimiento contra Él.
¡Cuidado amigas! No podemos caer en el
error de ser interesadas, Dios siempre será Dios y nosotras sus siervas.
Nuestra dedicación a Él y nuestro temor tienen que seguir iguales en los
momentos buenos y malos. De eso también depende nuestra salvación.
En tristeza David buscó a Dios:
“De angustia se me derrite el alma:
susténtame conforme a tu palabra.” Salmos 119.28
Y usted amiga ¿Ya dejó que una tristeza
la alejara de la presencia de Dios? ¡Comparta con nosotras!
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