Después de tanto preguntar dónde
estaba Dios, decidí obedecer las enseñanzas que yo tanto escuchaba en la
iglesia para ver si daría cierto conmigo también. Ya no oraba por orar. Comencé
a orar con sinceridad, diciendo lo que realmente sentía, lo que estaba dentro
de mí, comencé a conversar de verdad con Dios. Me acerqué más a las jóvenes de
la iglesia para hacer amistad, comencé a leer más la Biblia e ir más a la
iglesia. Me recuerdo que vivía a unos 4km de la Iglesia y salía corriendo de la
escuela, iba a casa, agarraba la bicicleta e iba para la Iglesia solita. Eran
4km de subidas y bajadas, llegaba cansada a la reunión, pero allí estaba yo,
firme, haciendo mi parte para ver a Dios en mi vida. Terminaba la reunión y
volvía a casa en mi bicicleta, una vez más 4km de pedaleadas…. Iba casi todos
los días a la iglesia. Los sábados iba a evangelizar con el grupo y limpiaba la
iglesia. Domingo quedaba todo el día en la iglesia, también salía para
evangelizar y ayudaba en lo que se necesitara. Decidí bautizarme a los 14 años.
Tomé esa decisión porque entendí que tenía que matar mi vieja criatura y tomar
un paso más a serio con Dios. No me importé con nada, ni que era la hija del
pastor, yo solo quería conocer a Jesús.
Después de mi bautismo, yo no
quería desagradar más a Dios, no quería ensuciarme de nuevo, entonces cada vez
que venían las ganas de responderle a mi madre, yo me controlaba. Cada vez que
quería pelear con mi hermano, yo no lo hacía. Cada vez que tenía la voluntad de
maldecir, me callaba. Comencé a resistir mi carne para no desagradar a Dios. Y
cuánto más yo me esforzaba para no desagradar a Dios, más fuerte me sentía y
con más ganas de continuar haciendo las cosas correctas. Vean amigas que fui yo
quien tuvo que esforzarse para cambiar. Dios me ayudó, pero yo tuve que buscar
cambiar primero.
Cuando percibí, aquella
tristeza, mal genio, rebeldía, enojo habían desaparecido. Yo estaba cambiando,
ya no dudaba de la existencia de Dios, ¡yo había conocido a Dios! Pero ahora yo
quería algo más: ¡quería el Espíritu Santo! Entonces comencé a buscar más.
Comencé a orar por la madrugada, a hacer ayunos, propósitos de oración, me daba
más en la Iglesia y tenía esa sed de recibir el Espíritu Santo. Quería tener
esa paz, alegría, quería tener a Dios dentro mío. Yo no tenía ningún otro
deseo, ningún otro pedido sino recibir el Espíritu Santo. Hice la Campaña de
Israel con ese propósito. Continué firme, perseveré por un año y un lindo día,
un día miércoles, en la reunión de la noche yo recibí el Espíritu Santo. Lloré
tanto de alegría, una alegría, una paz inmensa inundó mi ser, ¡qué cambio tuve
dentro de mí! Yo tuve la certeza de que era una elegida, una hija de Dios, tuve
la certeza de que Dios estaba allí, dentro de mí. El amor por las almas creció,
yo quería salvar a todos los japoneses de aquel lugar. Mi amor por las almas
era tan grande que recuerdo haber mandado una carta y un periódico de la
Iglesia para un escritor de un libro sobre el SIDA que estábamos estudiando en
la escuela. Yo quería que él supiera que existía un Dios que podía salvarlo.
Hablé de Jesús para las muchachas de la escuela, y quería mucho que todos los
japoneses conocieran a Jesús. Dios me había cambiado. Yo era una nueva
criatura, conocí la verdadera alegría. Pude ver el amor y cuidado de Dios para
conmigo.
Ahora yo tenía otra meta, quería
vivir para servir a Jesús. El odio y la rabia contra el familiar que me abusó
fueron arrancados de mi corazón. En lugar del mal genio, yo pase a tener
alegría. Las ganas de morir pasaron a dar lugar a la ¡sed de ganar almas! Nuestro Dios es maravilloso amigas, lo que Él
hizo en mi vida puede hacer también en la suya. Si usted aún se siente perdida,
triste y hasta duda de Dios, sepa que Dios sólo está esperando que usted tome
esa misma decisión que yo tome, la de entregarse de hecho y de verdad para Él,
obedeciendo y perseverando ¡Esa receta es infalible! Haga la prueba usted
también y cuéntenos el resultad ¿ok? Luego, algo maravilloso sucedió en mi
vida… Continuamos la semana que viene. Tenemos nuestro encuentro marcado
amigas… Un beso grande y hasta entonces.
Juliana Furucho
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