Esa raíz mala que cargaba
conmigo sucedió cuando yo era muy pequeña, no recuerdo con exactitud la edad,
pero creo que comenzó a los 6 años de edad.
Si, sufrí abuso sexual cuando
era una niña por parte de un familiar. No fue apenas una vez, sino años… Para
mí, todo comenzó como un juego, no entendía ni tenía malicia alguna, pero a
medida que fui creciendo y fui entendiendo, algo adentro mío cambió. Con la
consciencia de que aquello no era un juego, me alejé de aquella persona y
comencé a tener bronca, rabia de él, indignación, y entonces cambié, mi
carácter cambió.
Quise olvidarme de todo aquello
y enterré en lo más profundo de mi memoria. No quería ni siquiera tener un
pequeño recuerdo de nada, quería esconderlo a todo costo, me daba mucha
vergüenza. ¿Contarles a mis padres? Ni
pensarlo, JAMÁS ¿Cómo les explicaría eso? Cuando llegué a Japón y comencé a oír
todos aquellos insultos en la escuela, de que yo era fea y etc, todo eso
empeoró aquel sentimiento de inferioridad, el complejo, el sentirme sucia e
indigna. Era como si aquellas palabras negativas confirmaran lo que yo creía de
mi misma. Yo no entendía que aquella rabia, aquel mal carácter, aquella
indignación tenía un origen en mi infancia. Sí, el abuso me hizo muy, muy mal.
El diablo trabajaba tanto en mi
mente, al punto de hacerme pensar que Dios no existía, pues si existiese,
entonces ¿por qué había permitido que yo pasase por tantas cosas malas? Yo
siempre me preguntaba: “Yo era la hija del pastor ¿por qué Dios no me guardó?
¿Dónde está Dios que no Lo veo en mi vida?” La rabia contra la Iglesia
Universal crecía en mi pecho a cada palabra de desprecio que oía en la escuela.
Y las famosas preguntas: “¿Por qué yo? ¿Por qué Dios no hace nada por mí?
¿Dónde está Dios? Mi padre habla tanto de ese Dios ¿Dónde está Él?” era una
constante en mi vida. Lágrimas y más lágrimas derramé en mi cuarto. Aun así, yo
nunca culpé a mis padres, ni pensé mal de ellos, jamás. Claro que yo no veía al
diablo trabajando en mi vida, trabajando en mi mente, haciéndome pensar así,
pero aun así, no juzgaba a mis padres ni los culpaba por mis infortunios.
Todo eso me hizo ser una persona
frustrada, llena de complejos de inferioridad, llena de rabia y odio de la
Iglesia, rebelde, fría, no me gustaba expresar amor a nadie, era callada, con
un muy mal carácter y hasta con deseos de morir. Hasta que un día, de mis 13
para mis 14 años, cansada de todo eso, en mi cuarto solita, hice una oración.
Dije: “Dios, si usted realmente existe, si lo que mi padre habla y esas
personas que dan testimonios son verdaderas, entonces yo quiero ver al Señor en
mi vida también. Estoy cansada de llorar y de todo eso, entonces Dios, yo voy a
hacer aquello que orientan en la Iglesia, pero yo quiero ver al Señor en mi
vida. Quita la tristeza y todo lo malo que hay en mí, quiero cambiar. Quiero
ser feliz.”
Semana que viene cuento cómo
vencí todo eso y tuve mi encuentro con Dios. Tenemos un encuentro marcado ¿sí?
Dios las bendiga, y hasta entonces.
¿Y usted, ha pasado por algo
parecido con mi testimonio? Cuéntenos su historia o experiencia también, eso
ayuda mucho a nuestras amigas lectoras. ¿Cuento con su ayuda, ok? Semana que
viene cuento como vencí todo eso y tuve mi encuentro con Dios. Tenemos un
encuentro marcado. Dios las bendiga.
Ps. Y para glorificar a mi Señor
Jesús, y mostrar que Él es grandioso, misericordioso y maravilloso, hoy cumplo
14 años de matrimonio con un gran hombre de Dios que me hace feliz todos los
días. Miren la diferencia en mi antes y después. Solo Dios puede hacer eso.
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