martes, 26 de enero de 2016

Secretos de una hija de pastor 2 – El bullying




Después de todos aquellos acontecimientos, mi padre fue invitado para ir a la Iglesia  Universal. Él se entregó de verdad, se convirtió, luchó por la conversión de mi madre; nuestra familia fue restaurada, la felicidad entró a nuestro hogar y luego los dos fueron levantados a obreros. No mucho tiempo después, mi padre, con dos hijos pequeños, fue llamado para dejar sus buenos trabajos, su vida confortable para ser pastor auxiliar, apenas siervo sin saber a dónde viviría o para dónde iría, apenas servir a Jesús. Él aceptó. Una nueva lucha comenzaría para mí.

Cuando comencé a estudiar, en la primaria, era una escuela pública en Brasilia, la profesora no me quería mucho porque ella sabía que yo era hija de un pastor de la Iglesia Universal. Ella era muy grosera conmigo, me trataba muy mal. No me gustaba ir a la escuela a causa de ella. Luego al tiempo nos mudamos de ciudad y fui a otra escuela pública. Allí el bullying no era más con la maestra y si con mis compañeros. Eran muchos los apodos que me daban a causa de mis ojos achinados. Lo que más escuchaba era “Sal de aquí Jaspion (un luchador japonés que pasaban en la TV en aquella época), yo no quiero estar cerca de la japonesa, no eres de aquí…” Y casi nadie quería ser mi amiga. Yo prácticamente quedaba solita en la escuela, hasta porque muchas de las veces me cambiaba de colegio en la mitad del año, donde los grupitos ya estaban formados y yo acababa aislada.

En 1995 mi padre fue enviado por la Iglesia a abrir una en Japón, a causa de nuestra descendencia japonesa. Cuando llegué allí, con 11 años, las cosas no fueron diferentes. Los insultos y palabras negativas, las miradas de disgusto y desprecio de todos sólo aumentaban. Ahora el bullying no era porque mi padre era de la Iglesia Universal, sino porque yo era brasilera. De nuevo nadie en la escuela quería ser mi amigo. Los insultos más leves eran “fea y gorda”. No voy a escribir todos porque no vale la pena. Todos los días yo oía palabras muy feas y negativas que me hicieron muy mal. Por más que yo intentaba ignorarlos y hasta defenderme, cada vez que yo oía que era fea, yo sangraba por dentro cada vez un poquito más. Yo lloraba mucho en mi habitación, no quería de ninguna manera ir para la escuela, y como no sabía hablar bien el japonés yo no podía defenderme bien y por no tener a nadie que me ayude, como una amiga, eso me afectaba aún más.  Todas aquellas palabras comenzaron a tener un efecto muy negativo en mí. Comencé a hacer dietas alocadas para adelgazar y tener el cuerpo igual al de los japoneses, quedar bieeeeeen flaquita, corría y quería a todo costo ser igual a ellas. Yo me veía fea, gorda, burra, creía que nunca tendría un novio porque nadie jamás se interesaría en mí, y así terminé siendo una persona cerrada, amarga, de mal genio, rebelde y llena de complejos.

Sí, yo era una hija de pastor, pero sólo Dios sabe cuanta amargura, rencor y hasta deseos de morir yo tenía dentro de mí. No aguantaba más tanto desprecio, tanto disgusto. Lo peor de todo es que yo descargaba mi rabia con mi hermano, mi madre y hasta con mi padre… pero nunca les conté a ellos nada de lo que me pasaba. Gran error mío. Lo que más me dolía era saber que mi hermano también sufría bullying en la escuela de él y yo no podía hacer nada… hasta peleé con un joven de la escuela de él, pero mi frustración era saber que yo no estaba con él todo el tiempo para poder defenderlo. Podían hasta hacer bullying conmigo, pero no aceptaba que mi hermano sufriese lo que yo sufría, eso me dolía de más.

Mi mayor rabia era saber que mi hermano y yo estábamos pasando por todo eso, no por una elección nuestra. El diablo colocó en mi cabeza que era culpa de la Iglesia, que si no fuera porque él era pastor yo no estaría en Japón, no estaría pasando por todo aquello y la rabia contra la Iglesia Universal comenzó a crecer dentro mío. Pero la raíz de mi problema no era el bullying que sufrí desde la primaria, yo tenía otro problema interior que yo quería esconder, quería olvidar…
Continúa la semana que viene, tenemos otro encuentro marcado ¿si? Dios las bendiga. Kisses

Juliana Furucho

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