Después de todos aquellos
acontecimientos, mi padre fue invitado para ir a la Iglesia Universal. Él se entregó de verdad, se convirtió,
luchó por la conversión de mi madre; nuestra familia fue restaurada, la
felicidad entró a nuestro hogar y luego los dos fueron levantados a obreros. No
mucho tiempo después, mi padre, con dos hijos pequeños, fue llamado para dejar
sus buenos trabajos, su vida confortable para ser pastor auxiliar, apenas
siervo sin saber a dónde viviría o para dónde iría, apenas servir a Jesús. Él
aceptó. Una nueva lucha comenzaría para mí.
Cuando comencé a estudiar, en la
primaria, era una escuela pública en Brasilia, la profesora no me quería mucho
porque ella sabía que yo era hija de un pastor de la Iglesia Universal. Ella
era muy grosera conmigo, me trataba muy mal. No me gustaba ir a la escuela a
causa de ella. Luego al tiempo nos mudamos de ciudad y fui a otra escuela pública.
Allí el bullying no era más con la maestra y si con mis compañeros. Eran muchos
los apodos que me daban a causa de mis ojos achinados. Lo que más escuchaba era
“Sal de aquí Jaspion (un luchador japonés que pasaban en la TV en aquella
época), yo no quiero estar cerca de la japonesa, no eres de aquí…” Y casi nadie
quería ser mi amiga. Yo prácticamente quedaba solita en la escuela, hasta
porque muchas de las veces me cambiaba de colegio en la mitad del año, donde
los grupitos ya estaban formados y yo acababa aislada.
En 1995 mi padre fue enviado por
la Iglesia a abrir una en Japón, a causa de nuestra descendencia japonesa.
Cuando llegué allí, con 11 años, las cosas no fueron diferentes. Los insultos y
palabras negativas, las miradas de disgusto y desprecio de todos sólo
aumentaban. Ahora el bullying no era porque mi padre era de la Iglesia
Universal, sino porque yo era brasilera. De nuevo nadie en la escuela quería
ser mi amigo. Los insultos más leves eran “fea y gorda”. No voy a escribir
todos porque no vale la pena. Todos los días yo oía palabras muy feas y
negativas que me hicieron muy mal. Por más que yo intentaba ignorarlos y hasta
defenderme, cada vez que yo oía que era fea, yo sangraba por dentro cada vez un
poquito más. Yo lloraba mucho en mi habitación, no quería de ninguna manera ir
para la escuela, y como no sabía hablar bien el japonés yo no podía defenderme
bien y por no tener a nadie que me ayude, como una amiga, eso me afectaba aún
más. Todas aquellas palabras comenzaron
a tener un efecto muy negativo en mí. Comencé a hacer dietas alocadas para
adelgazar y tener el cuerpo igual al de los japoneses, quedar bieeeeeen
flaquita, corría y quería a todo costo ser igual a ellas. Yo me veía fea,
gorda, burra, creía que nunca tendría un novio porque nadie jamás se
interesaría en mí, y así terminé siendo una persona cerrada, amarga, de mal
genio, rebelde y llena de complejos.
Sí, yo era una hija de pastor,
pero sólo Dios sabe cuanta amargura, rencor y hasta deseos de morir yo tenía
dentro de mí. No aguantaba más tanto desprecio, tanto disgusto. Lo peor de todo
es que yo descargaba mi rabia con mi hermano, mi madre y hasta con mi padre…
pero nunca les conté a ellos nada de lo que me pasaba. Gran error mío. Lo que
más me dolía era saber que mi hermano también sufría bullying en la escuela de
él y yo no podía hacer nada… hasta peleé con un joven de la escuela de él, pero
mi frustración era saber que yo no estaba con él todo el tiempo para poder
defenderlo. Podían hasta hacer bullying conmigo, pero no aceptaba que mi
hermano sufriese lo que yo sufría, eso me dolía de más.
Mi mayor rabia era saber que mi
hermano y yo estábamos pasando por todo eso, no por una elección nuestra. El
diablo colocó en mi cabeza que era culpa de la Iglesia, que si no fuera porque
él era pastor yo no estaría en Japón, no estaría pasando por todo aquello y la
rabia contra la Iglesia Universal comenzó a crecer dentro mío. Pero la raíz de
mi problema no era el bullying que sufrí desde la primaria, yo tenía otro
problema interior que yo quería esconder, quería olvidar…
Continúa la semana que viene,
tenemos otro encuentro marcado ¿si? Dios las bendiga. Kisses
Juliana Furucho
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