"Soy obrera y estoy comprometida, empecé con mi novio cuando todavía no era obrera, pero con el tiempo sentí el deseo de servir a Dios. Mi novio es una persona maravillosa, respetuosa, siempre hablamos mucho, y Dios ha puesto dentro de mí un deseo de servir en el Altar. Sin embargo, mi novio no se entrega a Dios de verdad. He hablado con él, es más, hablo todo el tiempo y ya estoy cansada, pero le amo tanto… Ayer estábamos hablando cuando involuntariamente mencioné mi deseo de servir en el Altar, se le cayó la cara al piso, no soporta que hable sobre este tema, no quiere ser pastor. No sé qué decisión tomar porque no quiero perjudicar mi vida espiritual, ¡quiero servir a Dios y nada más! "
Cada vez que vamos a tomar una decisión importante debemos recurrir a Dios y a nuestra inteligencia. No podemos poner en riesgo nuestro futuro, y mucho menos nuestra vida espiritual, porque todo depende de ella.
Cuando una persona se casa, lo hace para toda la vida y, por tanto, para compartir sus sueños. Si uno quiere una cosa y el otro quiere algo totalmente diferente, no llegarán a ninguna parte.
Para la persona que sirve a Dios, su placer son las cosas espirituales. Si se casa con alguien que no tiene la misma visión de servir, el mismo deseo, entonces no podrá funcionar, porque para servir en el Altar, los dos tienen que querer.
En el caso arriba, el niño en realidad no le conviene, porque ella sirve a Dios y él ni siquiera es convertido, y al parecer, no está interesado en serlo.
Sé que puede parecer radical lo que voy a decir ahora, pero cuando está en riesgo tu salvación, tu vida espiritual, no lo debes pensar dos veces, toma una actitud antes de que sea demasiado tarde.
Tú quieres servir a Jesús, tu novio no quiere, entonces tienes que decidir lo que es más importante para ti, si él o tu deseo de servir a Dios.
Vamos a pensar muchachas, un hombre incrédulo, asista o no a la iglesia, nunca será un buen partido para ti que eres convertida, seamos sinceras, no trates de forzar algo que no tiene futuro. No puedes obligarle a aceptar a Jesús, pero tampoco estás obligada a quedarte con él.
Veamos la Palabra de Dios, ella tiene respuestas a todas nuestras inquietudes y es muy clara, por eso me encanta la ley de Dios:
"No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas?" 2 Corintios 6:14
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