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lunes, 6 de julio de 2015

¡La fe no se cuestiona!



Esta semana estaba meditando sobre el vivir en el centro de la voluntad de Dios, y viendo la historia de Abraham podemos descubrir tantas cosas y verificar porque él es llamado nuestro padre de la fe. A decir verdad, en la teoría parece todo tan fácil, pero en la práctica se exige sacrificio. No siempre obedecer es un acto de placer, o lo que nos he pedido está de acuerdo con lo que deseamos hacer, la mayoría de las veces duele, somos obligadas a negar nuestra carne para someternos a la voluntad de Dios.
Veamos el pedido de Dios a Abraham:
 “Y Dios le ordenó:
—Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré.”  Génesis 22:2

Todas sabemos que  Isaac era el sueño de una vida entera, aquello que Abraham más amaba, la alegría de su vejez, la promesa de Dios que se cumplió. Pero ahora Dios estaba poniendo la obediencia de Abraham a prueba, ¡y que gran prueba!
En el versículo 2 Dios habla lo que quiere y vemos un punto final.

Leamos ahora el siguiente versículo:

 “Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno. También cortó leña para el holocausto y, junto con dos de sus criados y su hijo Isaac, se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado.” Génesis 22:3

Luego de recibir el pedido de Dios, vino la ejecución por parte de Abraham.
No hay un versículo intermedio en el cual Abraham argumentara el pedido de Dios: “Pero Señor ¿me lo diste y ahora lo quieres de vuelta?”; “¿No puedo dar otra cosa en lugar de Isaac? Tengo muchas ovejas”; “Si hago eso, Sarah morirá de tristeza”; “Eso no Señor, pídame cualquier otra cosa y lo haré”.
¿Entienden ahora por qué Abraham es el padre de la fe?
No vemos un diálogo entre Dios y Abraham, vemos a Dios hablando a Abraham obedeciendo sin cuestionar, argumentar, reclamar, su obediencia era total, porque él vivía en el centro de la voluntad de Dios y no en el centro de su propia voluntad.
Y tal vez es esto que ha faltado en muchos, viven argumentando con Dios, no quieren entregar en el altar sus voluntades, abandonar un pecado, una amistad inadecuada, un noviazgo que desagrada a Dios, una mala actitud, desprenderse de algo material, o sea lo que fuera que Dios pide a cada uno. Dios ya pidió pero usted no quiere obedecer, entonces busca hacer otras cosas intentando “compensar” lo que no quiere entregar, buscando mostrar para usted misma que también está en la fe pero en el fondo usted sabe que no fue eso lo que Dios le pidió, no es eso que Él quiere de usted.
Pero le falta obediencia y coraje para realizar lo que Dios quiere, entonces termina haciendo lo que Dios no quiere, pensando que por los menos está haciendo algo.
Tal vez usted ha estado resistiéndose a la voz de Dios y por eso no recibe respuesta, el Altar no es para entregar lo que queremos, sino lo que Dios pide.
Seamos como Abraham que vivía en el centro de la voluntad de Dios y por eso fue la propia bendición y no un simple bendecido.
Reflexione en eso y deje su comentario.


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