Es triste ver ese tipo de
actuaciones entre los siervos de Dios, pero muchos que comenzaron en la
obediencia se apartaron de ella y acabaron acarreando las consecuencias de sus
acciones.
Cuando reciben una dirección de
sus superiores o del propio Dios, no quieren obedecer, prefieren actuar a su
manera, pensando que será mejor.
Piensan que si obedecen estarán
siendo perjudicados, que perderán, que las cosas no saldrán bien, y entonces
optan por el camino de la desobediencia.
Su deseo de recibir
reconocimiento, elogios, méritos, posición es tan grande que la avaricia habla
más alto.
Lo mismo sucedió en el comienzo
de la humanidad con Adán y Eva, además de muchos otros ejemplos, también vemos
el de Jonás, Dios le dio una orden, pero él se resistió a la voz de Dios pues
no quería obedecer, fue por eso que tuvo que pasar por situaciones difíciles
hasta aprender que la desobediencia trae consecuencias negativas.
“La palabra del Señor vino a
Jonás hijo de Amitay: «Anda, ve a la
gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi
presencia »” Jonas 1:1,2
Jonás quiso “huir” del camino de
la obediencia y hacer como a él le parecía mejor, pero no podemos huir de Dios
¿no es así? Él siempre nos encuentra, ¿cómo pensar que podemos engañar a Dios?
Necesitamos estar conscientes
que Dios no aprueba la desobediencia y quien la práctica no puede tener la bendición de Dios ni Lo
agrada, aunque sus planes parezcan estar funcionado, no es algo real. Usted
puede hasta hacer “malabarismo”, engañar a medio mundo, ser un experto, salir
bien en todas, pero más adelante usted
cosechará los frutos.
La persona puede hasta alcanzar
sus objetivos, será por un período de tiempo, pero tarde o temprano la desobediencia
la encontrará y no habrán disculpas para sus malas decisiones.
La obediencia siempre es el
camino cierto que nos lleva a permanecer en la presencia de Dios y a alcanzar
Sus promesas, es ella que blinda nuestra fe y la hace indestructible.
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