“Jesús se alejó un poco de ellos, se
arrodilló y oró a Dios: «¡Padre!, ¡papá!, si fuera posible, no me dejes sufrir.
Para ti todo es posible. ¡Cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero
que no suceda lo que yo quiero, sino lo
que quieras tú.»” Marcos 14:35-36
El momento era angustiante, El Señor
Jesús sería crucificado y el hecho de pensar que al recibir los pecados del
mundo, el Padre tendría que alejarse de Él, le causaba una gran agonía. Pero nuestro ejemplo de
Siervo no vino a este mundo a hacer Su propia voluntad, en ningún momento Él
hizo eso, pues vino con el propósito de cumplir la voluntad del Padre en favor
de la humanidad. Y dígase de paso que las cosas no fueron fáciles para Él, por
el contrario, él fue despreciado por muchos, humillado, tratado como un falso
profeta y condenado a la muerte de cruz, determinada para los peores
transgresores de la ley. El Señor Jesús pasó por todo eso sin reclamar, sin
hacer berrinches, sin desistir y lo más importante, sin nunca desagradar a
Dios.
Pero muchos siervos no se han
asemejado en nada a su Señor. Realizan la obra de Dios llenos de voluntades
propias, siempre cuestionando las órdenes de Dios, queriendo hacer la propia
voluntad. Realizan la obra no queriendo agradar al Señor de la Obra, sino
mirando su propio ombligo. Reclama de las responsabilidades, del lugar para
dónde será designado, de la dirección recibida, o sea, se olvida de que es
siervo y que le debe sumisión al Señor y por eso contraría lo que Él le dice,
haciendo lo contrario o pidiendo la interferencia de terceros a su favor.
El Señor Jesús venció, pues nunca se
permitió hacer lo que Él quería, pero sí cumplir la misión recibida. Él siendo
Dios se sujetó a vivir en este mundo podrido e injusto, para ejecutar el plan
de salvación.
¿Usted ha hecho la Obra según su
voluntad o la de Dios?
“No
bajé del cielo para hacer lo que yo quiera, sino para obedecer a Dios mi Padre,
pues él fue quien me envió.” Juan 6:38
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