Después de
haber terminado aquel noviazgo, continué firme sirviendo a Jesús. Luego mi
padre fue transferido para Río de Janeiro y una nueva etapa comenzaría para mí.
Allí en Río,
conocí muchos hijos de pastores y nos hicimos amigos. Era un grupito grande y
muy divertido. Paseábamos, íbamos al cine, a la Iglesia juntos y muchos de
nosotros ya éramos obreros en aquella época.
Hice grandes
amigas que duran hasta hoy. En ese medio conocí a un obrero y nos interesamos
mutualmente. Con el tiempo, comenzamos a gustarnos y fue ahí que él le pidió a
mi padre permiso para ser novios.
Para mí él
tenía todo lo bueno. Era estudioso, inteligente, bonito, educado, simpático,
caballero y me sentía importante cerca de él. Aquel sentimiento fue creciendo a
tal punto que cada vez que él me llamaba, mi corazón latía más rápido. Era
aquel primer amor, aquella pasión, era todo lo que yo quería, para mí él era
perfecto. Pero tenía una cuestión ¿será que él quiere ser pastor? ¿Será que él
tiene el mismo deseo que yo? Fue entonces que hablé con él y le pregunté si él
quería ser pastor, pues sabía que él estaba estudiando y quería ser un
profesional, pero aun así él me dijo que si, que después de que termináramos la
facultad, entraríamos juntos para la Obra de Dios. Y me quedé muy feliz por oír
eso, pero ¿sabe cuándo usted queda con una puntita de duda dentro suyo? Pues
así era, Dios estaba alertándome. Comencé a pensar si él realmente era el
hombre de Dios para mí, pues a mis padres no les agradaba mucho, a mi hermano
menos y hasta una esposa de obispo me llamó para conversar y me orientó para
ver si realmente él era de Dios para mi y que no me dejara engañar por mi
corazón. Pero yo estaba ciega de amor, ignoré completamente cualquier señal.
Estaba segura de que él era para mí, aun teniendo aquella puntita de duda. Lo
que me decían de él o lo que yo veía mal, no me importaba, apenas lo ignoraba.
Pero con el
pasar del tiempo, esa puntita de duda me fue incomodando. Yo estaba cambiando.
Ya no era más aquella obrera 100% dedicada al pueblo y a la obra de Dios. Ahora
yo pensaba en él y en nuestro futuro, en nuestros planes juntos, de nuestro
casamiento que hasta ya habíamos planeado y todo lo demás se quedó en segundo
plan. Percibí que estaba enfriándome en la fe. Pero un día, aquella dudita me
incomodó tanto que oré a Dios y pedí que Él me mostrase si él era realmente
para mí o no, claro que yo ya sabía que no era, pero quería insistir con Dios
en esa relación pensando que Dios cambiaría alguna cosa y haría que él fuera la
persona cierta para mí. Yo siempre preguntaba para él si él quería ser pastor,
y la respuesta siempre era la misma, que sí. Pero un día cuando le pregunté de
nuevo, él se molestó mucho y me dio una respuesta muy áspera diciendo que ¡NO!
No quería ser pastor y que jamás sería, pues no tenía ese llamado, él sólo me
decía que sí porque quería que me quedara con él. En el mismo momento mi suelo
que cayó ¡Yo estaba siendo engañada en todo ese tiempo! Inmediatamente le dije
que todo estaba terminado entre nosotros, que así no podíamos continuar pues yo
tenía un llamado, no podríamos ser felices así. Lloré mucho, ¡realmente mucho!
Me dolió el alma, pero aquella respuesta que él me dio fue la gota de agua que
me hizo entender de una vez por todas que él no era la persona de Dios para mí.
Tuve que usar mi fe en aquel momento y usar la razón y no mi corazón. Yo ignoré
todas las otras señales, inclusive, Dios me hizo recordar mi pedido en la
Campaña de Israel y de la descripción del hombre de Dios que yo quería para mí,
y él era lo opuesto a lo que yo había pedido y aun así lo había ignorado. Pero
como Dios es misericordioso y sabía de mi amor por las almas, me hizo mirar la trampa
que el diablo había preparado para mí y así pude volver a donde yo había parado
en el tiempo y hacer la voluntad de Dios, obedeciendo. Después de algunos
meses, decidí dejar todo para atrás, mirar hacia adelante y confiar que Jesús
tenía otra persona preparada para mí. Volví a darme al 100% para Jesús y
continué firme en la fe.
Amigas, Dios
siempre nos mostrará Su voluntad, pero somos nosotras que debemos vencer
nuestro corazón y nuestra voluntad para cumplirla, aunque duela, aunque sea
difícil, yo sé muy bien lo que es eso, pero también puedo decirles que vale la
pena usar la fe, obedecer y confiar en Dios, pues Él nunca nos da lo peor. Dios
nos libra y nos da lo mejor. Hoy ese muchacho no es más obrero y ni sé de su
paradero, y la semana que viene les cuento cómo supe que mi esposo era la
persona cierta para mí después de todos esos errores… Un beso a todas.
Juliana Furucho
2 comments:
Engañoso es el corazón!!! Debemos vigilar y separar los sentimientos, confiando que Dios tiene todo a su tiempo
Es verdad señora uno muxhas veces se quiere hacer la de oídos sordo y no oine atención a lo que Dios quiere evitar se nosotros hagamos y suframos pero uno tiene que ser cuidadoso mas en la vid sentimental no apresurarse por que la decisión.que tomes.va a cambiar tu vida total .
Publicar un comentario