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viernes, 14 de agosto de 2015

Case y fui para Angola



Hoy viajamos a un país del continente Africano, Angola, ¡vea todos los desafíos que Adriana vivió!
“Mi nombre es Adriana Augusta Costa, les relataré mi experiencia en Angola.
Yo siempre soñé con ir a África, siempre que veía aquellas reuniones con el obispo Gonçalves, la iglesia repleta de personas, muchas manifestando con demonios. En esa época no había muchos pastores ni obreros, él tenía que parar de orar para liberar a las personas, fue entonces que nació en mí ese sueño de servir a Dios en África.
Pasado algunos años conocí a mi esposo, él era miembro de la iglesia, después fue levantado a obrero y fue ahí que comenzamos a salir juntos. Él fue transferido para Espíritu Santo para hacer la obra y así nos mantuvimos en la fe.
Cierto día, yo estaba con mi prima y el teléfono sonó… Era mi esposo diciendo que el obispo Romualdo había terminado de hacer la reunión de pastores y que lo había entrevistado para casarse e ir a Angola.
Fue ahí que comenzaron las alegrías y los desesperos, jaja no conseguía moverme de la alegría y también de los miedos.
Yo comenzaría a enfrentar desafíos y a vencer mis propios sentimientos de miedo. Todo comenzó con mi madre, quien siempre trabajó para mí y mi hermano, siempre estábamos juntas en todo, debería separarme de ella. Vino el dolor de la separación de saber que en tan poco tiempo dejaría de verla.
Pero siempre vi mi sueño y el deseo de servir a Dios en África donde fue mi sacrificio, y donde tuve que sacrificar. Me casé y me fui para Angola.
En la época que llegué había recién acabado la guerra, por lo tanto tuve que tener mucho cuidado, no podía andar sola, teníamos que andar siempre juntos.
Fue allí que comenzaron también mis desafíos en relación al matrimonio, la convivencia con mi marido, pues cuando me casé a la semana me fui para Angola. Para comenzar vivíamos con 16 personas, y una cocina dividida para todos.
Para hacer las compras todo era difícil, pues no teníamos autos para podernos movilizar, ni podíamos tomar un taxi jaja pues no existían. No era como los mercados de Brasil, era un almacén viejo y antiguo, daba miedo comprar allí, pero  como la carne y el pollo venían de Brasil era más seguro poder comer.
Fue entonces que tuve que vivir donde yo estaba viviendo, o sea, dejar de ser una esposa dependiente de mi mamá y mi papá y colocar manos a la obra.
Teníamos que llegar hasta los vendedores (pirúas) junto con el pueblo, el olor y la música alta  que parecían reventar mis oídos.
Me deparé con situaciones en las que tuve que colocar pollo en mi cabeza y traer a casa jijij… ¡Y cuántas fueron las veces! Jaja… Hubo veces en los que venían los pensamientos “usted no necesita esto” pues era mi madre quien hacía las compras y las traía en el auto.
Cuando se acababa el agua del pozo teníamos que ir a comprar agua que el camión traía para tomarnos un baño o sino teníamos que buscar agua del pozo de la iglesia que no quedaba cerca de casa. También teníamos que limpiar el pozo donde el agua era colocada para nosotros, y yo lo limpié varias veces, imaginen un pozo lleno de cucarachas para ser limpiado jajaj.
Otra dificultad fue que yo no entendía mucho a las personas cuando llegaban en la iglesia, porque ellas hablaban muy rápido y no me daba tiempo para entender las palabras.
Y cuando comenzaba a extrañar a mi mamá y mi papá, venía un dolor tan grande que no sé explicar, pero era mi sacrificio.
Tenía que tomar cuidado, aún con la salud pues siempre estábamos propensos a tener alguna enfermedad.
Y para hacer las compras (lástima que no tengo una foto para mostrarles) pero era un lugar terriblemente sucio, las verduras en el piso estaban apenas sobre un plástico por donde pasaba una fluyente de aguas sucias del cual el olor era inaguantable, pero tenía que soportar para poder comprar frutas y verduras. Allí iban madres con sus hijos pisando aquellas aguas.
Otra situación era la de orientar a las mujeres que por más que ya tenían 10 hijos, querían tener aún más, y nos buscaban para que les hiciéramos una oración para que ellas quedaran embarazadas; sin contar a aquellas mujeres que el marido tenía 10 mujeres y ellas lo aceptaban, ahí nosotras buscábamos orientarlas, yo veía su fe en pro de sus matrimonios.
Para mí fue muy difícil vivir con otras costumbres, pero es como la biblia dice: Aquel que es de Dios vence.
Cuando veía a aquellas mujeres deseosas de querer ser como nosotras, de tener un matrimonio bendecido, ser la única esposa y sobre todo conocer a Dios, ser una mujer de Dios, ¡haaaa mis fuerzas se renovaban para vencer todas las dificultades!
Y cuando en las reuniones yo veía a aquel pueblo con todas las situaciones críticas, pero siendo un pueblo deseoso en buscar a Dios, sus danzas, alegrías, la fuerza de sus alabanzas, ¡es algo tan hermoso! Yo tenía miedo de danzar,  pero no tenía cómo quedar parada, me cansaba de tanto bailar.
Fue una experiencia que me ayudó a madurar mucho.”
¿Y usted estaría dispuesta a encarar una situación así? ¿Lo imagina? Deje su comentario.

1 comentario:

  1. Es muy fuerte esta historia señora es asi, nosotras sacrificamos nuestras comodidade, lujos y sueños, pero con certeza todo esto es insignificante cuando vemos el fruto de todo, Almas siendo salvas y conociendo al Señor Jesus. Que alegria y testimonio mas lindo.

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