Creo que ustedes ya conocen ese dicho, que
hace referencia a cuando la persona hace uso de la buena voluntad o ayuda de
alguien, cuando uno se da totalmente para ayudarla, pero luego se olvida y ni
da atención a quien tanto la ayudó.
Tal vez ya te has sentido así, que alguien
era muy atenta contigo mientras te necesitaba, pero luego te olvidó y pareciera
que nunca hubieras hecho algo en su vida. No mediste esfuerzos, hiciste varios
sacrificios, hiciste todo con amor, gastaste tu tiempo, dejaste de hacer cosas
para ti misma y pensaste que al menos recibirías un poco de consideración de
parte de aquella persona.
Como eso no sucedió, te sentiste usada,
abusada y después despreciada, y hasta pensaste: “yo no merecía eso”.
¿Pero sabes por qué te sentiste así?
Porque hiciste todo eso para ella y no
para Dios, hiciste esperando recibir un reconocimiento, agradecimiento o algo a
cambio.
Pero cuando haces para Dios, no esperas
nada de las personas y por eso tu alegría permanece, pues sabes que Dios te recompensará.
Haga con amor, no espere nada a cambio y vuelva a hacerlo si fuera
necesario.
¿No es ese el verdadero corazón de una
sierva?
Los que hacen para el hombre, no
recibiendo lo esperado, se entristecen, se cansan de servir y hasta quedan con
rabia.
¿O tú quieres hacer parte de aquellas que
sólo sirven cuando reciben algo a cambio, o cuando les conviene, o a quien le
conviene?
Amigas, nosotras servimos a Dios siempre
que servimos a los demás, el secreto es hacer siempre como si estuviéramos
haciendo para el Señor Jesús y no para los hombres.
“Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como
para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes
sirven a Cristo el Señor.” Colosenses 3:23,24
Y tú, ¿ya te has sentido así? ¡Cuéntanos!
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