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viernes, 12 de octubre de 2012

Luz del Mundo:



Desde la ventana de mi casa puedo ver el centro de la ciudad de Miami en la distancia. Durante la noche es difícil distinguir los objetos, sólo puedo ver los focos de luz. La oscuridad no permite divisar bien, la luz es la única que se destaca, de lo contrario si los edificios no están iluminados, creo que no se vería nada.
En el artículo anterior hablamos de ser la sal de la tierra, pero si nuestra misión es dar sólo el sabor y retardar la deterioración, es un poco desalentador.
Entonces, el Señor Jesús dijo que además de ser la sal de la tierra, debemos ser la luz del mundo.
Esto quiere decir que somos como faros en medio de este mundo de tinieblas, no hay forma de esconderla, la luz brilla donde quiera que estemos.
Muchos han tratado de ocultar esta "luz", nos persiguen, nos maltratan, nos critican, nos desprecian, pero realmente quieren tener lo que tenemos, la luz del Espíritu Santo.
La luz no se puede ocultar, o cubrir, es expuesta, brilla, deslumbra y brilla por todas partes, de modo que, por más que intenten, nadie ha podido extinguir esta luz.
Quien vive en la oscuridad, viven en el oscuro, no consigue mirar las cosas de Dios y es un blanco fácil de engaño.
Ahora sí está completo, somos la sal de la tierra y luz del mundo, para transformar, conservar, dar sabor e iluminar a todos los que lo necesitan.

“Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa.
Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mateo 5:14-16

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