Acsa y Otoniel iban rumbo a su nueva tierra, que Caleb les había dado como regalo de bodas.
Llevaban con ellos algunos siervos, sus cosas personales y los regalos de boda que recibieron de sus amigos y familiares.
El viaje fue muy agradable, los dos iban haciendo muchos planes para el futuro, conversaban y reían mientras observaban el paisaje.
Las montañas parecían un telón de fondo, su tamaño era impresionante y estaban tan cerca que parecían un enorme cuadro pintado, con sus líneas bien definidas y toda la perfección de un verdadero artista.
"Otoniel, estoy muy feliz y entusiasmada, quiero llegar pronto y poner todas mis cosas en su lugar", dijo Acsa mirando inquieta para todos los lados.
"Claro querida, todo será como tu quieras, está en tus manos", dijo Otoniel admirando su inspiración.
"Sí, he traído telas lindas de varios colores para nuestra tienda, nuestro cuarto será rojo, compré unas almohadas con detalles de cristales y una colcha blanca toda bordada, te va a encantar." Acsa, no podía parar de hablar, ella estaba imaginando todo hasta los mínimos detalles, hasta que fue vencida por el cansancio y se durmió en el hombro de su esposo.
La noche se estaba acercando y ellos pararon para dormir, los caballos también necesitaban descansar y alimentarse.
Al día siguiente el sol salió con todo su esplendor, parecía invitar a todos que se levanten, Acsa no quería perder tiempo, quería llegar a su destino lo más rápido posible, por eso fue la primera en alistarse y apurar a los demás.
Siguieron el viaje, estaban un poco cansados, pero el entusiasmo no disminuyo, estaban ansiosos por llegar.
"Ahhh, cuidado, detengan los caballos", gritó uno de los siervos.
"Que pasó, no podemos parar, debemos seguir", dijo Otoniel.
"Mi Señor, a la carroza de adelante se le rompió la rueda y debemos parar para arreglarla."
Mientras tanto, Acsa salió de la carroza y admiraba todo a su rededor, sentada en una piedra cerró los ojos y comenzó a recordar cuando era una niña y viajaba hacia la Tierra Prometida, todo vino a su mente, las innumerables estrellas en el cielo durante la noche, la risa de los niños, el entusiasmo y el coraje de su padre, todo paso en su mente como una película. Y ahora ella estaba viajando con su esposo hacia un nuevo comienzo y eso le traía mucha esperanza.
"Acsa, Acsa ven ya estamos listos."
Ella escuchaba esa voz bien distante, no quería abrir los ojos, era tan bueno recordar su infancia, pero luego recordó lo que le esperaba, se levantó y corrió hacia Otoniel.
"Vamos querida, ya falta poco, queremos llegar antes del anochecer."
Acsa nuevamente se quedó dormida en el camino, cuando abrió los ojos un poco soñolienta vio su nueva tierra y de inmediato abrió los ojos y preguntó: "¿Ya llegamos Otoniel? ¿ya llegamos?"
"Sí, ya estamos en la tierra del Neguev, nuestro nuevo hogar."
"¡Wow! que lugar fascinante, hay mucha tierra aquí, podremos plantar, nuestros animales tendrán espacio suficiente", dijo Acsa caminando con los brazos abiertos como si fuese una niña.
Todos empezaron a montar las tiendas, necesitaban dormir un poco, porque a la mañana siguiente había mucho trabajo por adelante.
Al día siguiente, todos trabajaron duro, pero al final valió la pena, todo estaba en orden y la tienda de Acsa quedo linda.
Otoniel invito Acsa a dar un paseo para ver el lugar y cuál fue su sorpresa al descubrir que no había ríos alrededor, no había agua.
"Otoniel, no hay agua aquí, habla con mi padre, no podremos quedar en tierra seca, ¿qué será de nuestros animales y nuestras plantaciones? No podrán sobrevivir, vamos a morir de hambre."
"Pero Acsa, tu padre nos ha dado la tierra, él cumplió su promesa, no puedo pedir más."
Acsa no se conformó, y ahora que va acontecer, ¿cuál será su futuro en una tierra seca?
Continúa el próximo lunes.
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