miércoles, 9 de marzo de 2016

Secretos de una hija de pastor 8 – El día en que vencí mi corazón



Después de haber terminado aquel noviazgo, continué firme sirviendo a Jesús. Luego mi padre fue transferido para Río de Janeiro y una nueva etapa comenzaría para mí.

Allí en Río, conocí muchos hijos de pastores y nos hicimos amigos. Era un grupito grande y muy divertido. Paseábamos, íbamos al cine, a la Iglesia juntos y muchos de nosotros ya éramos obreros en aquella época.
Hice grandes amigas que duran hasta hoy. En ese medio conocí a un obrero y nos interesamos mutualmente. Con el tiempo, comenzamos a gustarnos y fue ahí que él le pidió a mi padre permiso para ser novios.
Para mí él tenía todo lo bueno. Era estudioso, inteligente, bonito, educado, simpático, caballero y me sentía importante cerca de él. Aquel sentimiento fue creciendo a tal punto que cada vez que él me llamaba, mi corazón latía más rápido. Era aquel primer amor, aquella pasión, era todo lo que yo quería, para mí él era perfecto. Pero tenía una cuestión ¿será que él quiere ser pastor? ¿Será que él tiene el mismo deseo que yo? Fue entonces que hablé con él y le pregunté si él quería ser pastor, pues sabía que él estaba estudiando y quería ser un profesional, pero aun así él me dijo que si, que después de que termináramos la facultad, entraríamos juntos para la Obra de Dios. Y me quedé muy feliz por oír eso, pero ¿sabe cuándo usted queda con una puntita de duda dentro suyo? Pues así era, Dios estaba alertándome. Comencé a pensar si él realmente era el hombre de Dios para mí, pues a mis padres no les agradaba mucho, a mi hermano menos y hasta una esposa de obispo me llamó para conversar y me orientó para ver si realmente él era de Dios para mi y que no me dejara engañar por mi corazón. Pero yo estaba ciega de amor, ignoré completamente cualquier señal. Estaba segura de que él era para mí, aun teniendo aquella puntita de duda. Lo que me decían de él o lo que yo veía mal, no me importaba, apenas lo ignoraba.

Pero con el pasar del tiempo, esa puntita de duda me fue incomodando. Yo estaba cambiando. Ya no era más aquella obrera 100% dedicada al pueblo y a la obra de Dios. Ahora yo pensaba en él y en nuestro futuro, en nuestros planes juntos, de nuestro casamiento que hasta ya habíamos planeado y todo lo demás se quedó en segundo plan. Percibí que estaba enfriándome en la fe. Pero un día, aquella dudita me incomodó tanto que oré a Dios y pedí que Él me mostrase si él era realmente para mí o no, claro que yo ya sabía que no era, pero quería insistir con Dios en esa relación pensando que Dios cambiaría alguna cosa y haría que él fuera la persona cierta para mí. Yo siempre preguntaba para él si él quería ser pastor, y la respuesta siempre era la misma, que sí. Pero un día cuando le pregunté de nuevo, él se molestó mucho y me dio una respuesta muy áspera diciendo que ¡NO! No quería ser pastor y que jamás sería, pues no tenía ese llamado, él sólo me decía que sí porque quería que me quedara con él. En el mismo momento mi suelo que cayó ¡Yo estaba siendo engañada en todo ese tiempo! Inmediatamente le dije que todo estaba terminado entre nosotros, que así no podíamos continuar pues yo tenía un llamado, no podríamos ser felices así. Lloré mucho, ¡realmente mucho! Me dolió el alma, pero aquella respuesta que él me dio fue la gota de agua que me hizo entender de una vez por todas que él no era la persona de Dios para mí. Tuve que usar mi fe en aquel momento y usar la razón y no mi corazón. Yo ignoré todas las otras señales, inclusive, Dios me hizo recordar mi pedido en la Campaña de Israel y de la descripción del hombre de Dios que yo quería para mí, y él era lo opuesto a lo que yo había pedido y aun así lo había ignorado. Pero como Dios es misericordioso y sabía de mi amor por las almas, me hizo mirar la trampa que el diablo había preparado para mí y así pude volver a donde yo había parado en el tiempo y hacer la voluntad de Dios, obedeciendo. Después de algunos meses, decidí dejar todo para atrás, mirar hacia adelante y confiar que Jesús tenía otra persona preparada para mí. Volví a darme al 100% para Jesús y continué firme en la fe.

Amigas, Dios siempre nos mostrará Su voluntad, pero somos nosotras que debemos vencer nuestro corazón y nuestra voluntad para cumplirla, aunque duela, aunque sea difícil, yo sé muy bien lo que es eso, pero también puedo decirles que vale la pena usar la fe, obedecer y confiar en Dios, pues Él nunca nos da lo peor. Dios nos libra y nos da lo mejor. Hoy ese muchacho no es más obrero y ni sé de su paradero, y la semana que viene les cuento cómo supe que mi esposo era la persona cierta para mí después de todos esos errores… Un beso a todas. 
Juliana Furucho

2 comments:

Daniela pazos dijo...

Engañoso es el corazón!!! Debemos vigilar y separar los sentimientos, confiando que Dios tiene todo a su tiempo

ANYI TATIANA-BUCARAMANGA dijo...

Es verdad señora uno muxhas veces se quiere hacer la de oídos sordo y no oine atención a lo que Dios quiere evitar se nosotros hagamos y suframos pero uno tiene que ser cuidadoso mas en la vid sentimental no apresurarse por que la decisión.que tomes.va a cambiar tu vida total .

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...